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Esconderse y protegerse

Cuando éramos pequeños, con mis primos solíamos jugar escondite. Un domingo, en la casa llena de cuartos y largo corredor de mi abuelita, acudí a mi papá, quien es un experto en buscar los mejores rincones para pasar desapercibidos, después de todo, éramos más de 10 niños, por lo que pronto parecían acabarse los buenos escondites. Así que, me escondió en la parte de atrás de un andamio donde guardaban toallas.

Mi primo, a quien le tocaba buscarnos, entró al baño, buscó en los típicos lugares; adentro de la bañera, atrás de la puerta y cuando no vio a nadie, salió. Yo sonreía nerviosa y victoriosa. El problema fue que mi primo no regresó…  el tiempo fue pasando y la emoción del triunfo se fue convirtiendo en una extraña sensación de “¿por qué no me encuentran?” No sé cuánto tiempo pasó exactamente pero al final decidí salir… encontré a mis primos jugando… otro juego.  ¡Sin duda, entre todos los que éramos, no se dieron cuenta que hacía falta yo! A pesar de que la mía era una mezcla de emociones, entre enojo y asombro, todos nos reímos mucho en ese momento. Y definitivamente es un recuerdo que aun ahora arranca carcajadas.  Además, a mí me sirvió para aprender el valor de jugar a esconderse.

Porque todos nos hemos escondido, ¿o no? Escondernos parece instintivo, una necesidad natural de protegernos cuando nos sentimos en peligro. Pero también escondemos sentimientos cuando no sabemos manejarlos, escondemos habilidades cuando no estamos seguros que serán apreciadas, escondemos sueños cuando hemos perdido las esperanzas. Esconderse parece hasta divertido, pero como me pasó en el juego, solo si es por un tiempo… al final, cuando nos escondemos queremos ser buscados, queremos sentirnos deseados, queremos saber que hacemos falta. El problema puede ser que nos estemos escondiendo tan bien, que en lo profundo no queremos ser hallados, pues nuestro miedo a exponernos es mayor que la necesidad del encuentro.

Esconderse, en muchas ocasiones, es necesario. Pero creo que hay que diferenciar entre protegerse y esconderse.  Y es que una palabra contiene a la otra, es decir, me escondo para protegerme. Sin embargo, para mí, protegernos implica una actitud proactiva, una sensación de empoderamiento que me obliga a respetarme a mí misma y exigir ese respeto a los demás, poniendo yo mis propios límites de lo que es bueno para mí y lo que no. Nos protegemos entonces, sin necesidad de ser agresivos, pero sí siendo activos. Nos protegemos, por ejemplo, cuando decidimos apartarnos de las personas que nos roban energía y nos quitan la paz. Nos protegemos cuando evitamos la tentación de caer de nuevo en un mal hábito. Nos protegemos cuando nos aceptamos a nosotros mismos, cuando decidimos que no es necesario vivir escondidos.

Esconderse está bien, como un impulso que salvaguarde nuestra vida. Pero revisemos que el escondite que solemos usar no sea tan profundo que esté opacando nuestra verdadera forma de ser. ¡Está bien protegerse, pero eso no implica vivir escondidos! ¡Sal de tu escondite, para que no te pierdas el siguiente juego, puede que sea tu juego favorito!