Columnas

¡Por qué tanta basura, Dios mío!

Uno de mis amigos afirmó en amena conversación que Guatemala es un gran basurero que recoge todo tipo de desechos esparcidos por los cuatro puntos cardinales. Me decía que él creía que esto era una especie de cáncer que carcome la superficie de nuestro territorio. La basura está a lo largo de  caminos, ríos, lagos y playas del país. La basura no es un problema que aqueja únicamente a Guatemala. Países poderosos buscan a otros que por su pobreza  puedan ser engañados a fin de comprometerlos para ser depositarios de desechos altamente peligrosos para la salud.

Los volúmenes de basura existentes en el mundo aumentan en tanto crece la producción desenfrenada de bienes materiales para el uso de un determinado tiempo. Automóviles, refrigeradoras, barcos, aviones, computadoras entre muchos más, se suman a los millones de piezas de plástico y de vidrio que circulan en el mundo para ser desechados rápidamente.

Sin embargo, aun cuando la basura crece abundantemente, también existen esfuerzos para reciclar los desechos, aunque estos no sean notorios. Lo peor del caso es que en países pobres, estos esfuerzos son inexistentes. Hay fotografías dramáticas que muestran lagos tapizados por bolsas de plástico, como es el caso de Amatitlán y de otros existentes en el país.

La circulación de basura  nos abruma y nos ahoga. Causa olores nauseabundos y afea el paisaje. Cada quien expulsa la basura sin importarle el daño a los demás. Se limpia la acera de la casa y la basura se tira a la calle. De los buses y automóviles salen por las ventanas hojas de chuchito, bolsas de tortrix, empaques de hamburguesas, envases de bebidas gaseosas o  cerveza, sin pensar que uno de estos objetos puede golpear a otra persona que transita cerca de ellos.

Y qué decir de los municipios del país, con olores a orines y comida podrida. Pedazos de colchones, hierros retorcidos, sillas desquebrajadas y miles de objetos, hasta papel higiénico, cual papalotes que vuelan por los vientos. Pero lo más grave es nuestra ciudad capital en donde se asienta el basurero más grande de todo Centroamérica en pleno corazón de la urbe. Frente a esta monstruosidad de asquerosidad, nos tapamos los ojos y las narices para no sentir que a nuestro alrededor está la podredumbre, porque esa es la manera que hemos descubierto para escondernos del problema. Y aceptamos dramáticamente que aún en medio de la basura podemos sobrevivir. Sin percatarnos que  nuestro deber ciudadano es hacer de nuestro país, un bello país. 

Pero hay hermosos ejemplos, como las acciones realizadas por la Universidad de San Carlos, Mariano Gálvez, Rafael Landívar, Francisco Marroquín, Galileo, que han convertido en jardines en donde florecen las flores y el verdor de los árboles,  algunos barrancos de la ciudad. Ya es la hora de que las municipalidades para que tracen las sendas de la limpieza, el rescate de los bosques, la limpieza de las aguas y  playas. Es la hora del Estado para que haga educación ambiental y es nuestro momento ciudadano para salvar la vida al servicio de la vida.