Columnas

Luces de esperanza para el Ministerio de Salud

Quizá hoy el sistema de salud tenga oportunidad de sanar sus heridas mortales y lograr sobrevivir.

Por demasiados años ya, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (Mspas) ha sido presa de la corrupción y la cooptación por parte de criminales homicidas. El saqueo tomó formas diversas: el robo elefante perpetrado por las empresas farmacéuticas y las proveedoras de insumos hospitalarios, en componenda con las altas autoridades; el robo hormiga, perpetrado por empleados corruptos saqueando las bodegas de centros de salud, a tal punto que algunos hasta son propietarios de farmacias privadas que venden lo robado; plazas fantasmas; abusos sindicales; nepotismo; sistemas informáticos diseñados para impedir que las cosas funcionen bien o para falsear datos; ONG que lucraron con las carencias del primer nivel de atención de salud; cobros ilegales a pacientes; y otras prácticas ideadas con creatividad perversa y desalmada.

La corrupción del sistema de salud degeneró al punto de alcanzar características sistémicas: el sistema está diseñado para acomodar y proteger el saqueo. La magnitud del problema es tal que invita al pesimismo y la desolación: corregirlo requiere dosis extraordinarias de valentía, poder político, pericia y conocimiento técnico en grupos inusuales de gente proba dispuesta a asumir el reto, y con ello correr el riesgo de arruinar sus vidas por enfrentar una mafia poderosa.

Pero sobre todo, apoyo ciudadano.

Pese a semejante panorama, hoy, de forma aún muy precaria e incipiente, hay luces de esperanza para el Mspas. La persecución penal emprendida por el MP y la Cicig en casos como negociantes de la salud, IGSS-Pisa, IGSS Chiquimula, Cooptación del Estado y otros, ha sido la primera luz de esperanza.

Ciertamente con estos casos se ha logrado tocar algunas de las estructuras que por décadas se habían enriquecido saqueando impunemente el sistema de salud pública. Sin embargo, aunque un paso muy firme en la dirección correcta, por desgracia quizá sea solo la punta de un iceberg.

Las autoridades actuales del Mspas, incluyendo a la ministra, carecen de experiencia previa en las complejidades de la burocracia estatal, y peor en los laberintos de la corrupción levantados adrede en el Mspas, pero están tomando decisiones y realizando acciones basadas en conocimientos y criterios técnicos. Incluso, como quedó demostrado en una audiencia en la Comisión de Finanzas del Congreso, rechazando un incremento presupuestario propuesto por la oposición política.

Para el lenguaje político usual, fue una contradicción que rayó en lo ridículo: diputados de oposición queriendo subir el presupuesto, pero la ministra, el oficialismo, rechazándolo. Pero desde el punto de vista técnico, no hay ridículo pues la explicación de la ministra está basada en argumentos muy bien sustentados: la capacidad de ejecución del Mspas está diezmada, y en tanto no se recupere, incrementos adicionales corren el peligro de no ejecutarse. Dificultades para comunicar cuestiones técnicamente complejas e impericia política, ciertamente son falencias que la ministra y su equipo deben corregir.

Pero no el desconocimiento, la debilidad técnica o la falta de probidad.