Hijos del desamparo

Hoy recordaba las conversaciones que sostenía con varios jóvenes del Búcaro, Villa Nueva, en una de las Escuelas Abiertas. Los domingos por la tarde juntábamos los escritorios y conversábamos. Entre sus relatos más persistentes se encontraban los conflictos regulares de la adolescencia y juventud en su vida familiar, pues muchos de ellos compartían sus vidas con padres en su segundo o tercer matrimonio. Otros en cambio relataban las dificultades en su estancia con abuelos o tíos, pues sus padres se encontraban ausentes desde hacía mucho tiempo, ya que por la necesidad de trabajo habían migrado a los Estados Unidos.

Las narraciones también incluían sus preocupaciones laborales. El trabajo era necesario y, cuando lo encontraban, debían abandonar los estudios. A sus edades, entre 14 y 18 años, eran conscientes del significado de la educación para aspirar a mejores condiciones de vida, sin embargo, para muchos de ellos la universidad era impensable.

Pero el común denominador era la aspiración de casi todos de migrar hacia el norte. Era como si sus vidas estuvieran destinadas a probar una mejor suerte, buscando las oportunidades que acá no tenían, a pesar de los esfuerzos que realizaban. Por eso, de ser posible, querían aprender inglés. De todas formas harían el intento, ya fuera con la ayuda de sus familiares o amigos que emprenderían la travesía de manera conjunta.

En ese entonces, 2010, se logró organizar un programa nacional de becas para que jóvenes de áreas marginales continuaran sus estudios del ciclo básico y diversificado. En el 2011 se puso en marcha el programa de servicio cívico, en el cual los jóvenes podrían involucrarse en proyectos sociales, comunitarios y reserva militar, destinada al apoyo ante los desastres naturales, también recibían un estipendio mínimo, para asumir costos de su participación y sufragar algunos gastos personales.

Desafortunadamente, el programa de becas desapareció durante la administración del Ministerio de Educación que inició en el 2012, el servicio cívico prácticamente se disminuyó a un mínimo,  y el programa de Escuelas Abiertas fue suprimido. Adicional a la prioridad que observaron los funcionarios del gobierno pasado por la corrupción, también mostraron su desprecio hacia la juventud. Los programas que en el 2008 iniciaban una dinámica de políticas públicas destinadas a este segmento de la población fueron devastados.

Esta dinámica continúa durante el presente gobierno. Hasta la fecha no se observa ningún programa enfocado para la juventud. En todo caso, se volverá a reproducir el mismo sketch con la publicación de las políticas de juventud pero sin ningún referendo en la práctica.

La ausencia de oportunidades, así como la presión económica y familiar, ha hecho durante los últimos años aumentar el deseo y los intentos por migrar hacia el norte. Pero el día de ayer, como si fuese el encaje perfecto de un engranaje infame, fue electo como presidente de los Estados Unidos el candidato que prometió en su campaña levantar un muro y fortalecer la política antiinmigración. Por otra parte, en nuestro país se elegía una nueva directiva del Congreso de la República, vinculada a los poderes ocultos que mantienen en la pobreza a millones de jóvenes y que, sin oportunidades, los obligan a migrar. A menos que los ciudadanos actuemos para cambiar las cosas en el país, lo más probable es que observemos tristemente cómo las nuevas generaciones son atrapadas viviendo en su miseria y sin salida.