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Lo que permanece constante es el cambio

Lo único que permanece constante es el cambio. Estamos cambiando todo el tiempo, aun sin darnos cuenta, aun sin considerarlo, aun sin quererlo. El cambio es una parte importante de nuestra vida, lo queramos o no, se involucra en nuestros día a día. Aceptar esta verdad es importante para poder realizar una gestión adecuada del cambio: el cambio está presente, es parte de nuestra vida y seguirá siéndolo.

Desde esta verdad, es importante al mismo tiempo considerar que los cambios pueden clasificarse de acuerdo al sujeto de provocación de dicho cambio. De tal manera, podemos decir que una primera categoría los constituyen aquellos cambios que son provocados por nosotros mismos. A su vez, estos cambios pueden ser intencionales o inconscientes. Como su nombre lo indica, los cambios intencionales son aquellos en los que nos invertimos premeditadamente para poderlos provocar, existe inicialmente un deseo por lograrlo y luego de tomar decisiones se realizan las acciones necesarias para llegar a él. También existen aquellos cambios provocados por nosotros mismos que son del tipo inconsciente. Este tipo de cambios son aquellos que se dan como consecuencia de nuestras acciones, pero las mismas no fueron premeditadas, son las que podríamos considerar como un accidente, no fueron planificadas, no fueron premeditadas, sencillamente una acción involuntaria nuestra provocó el cambio.

«Existen aquellos cambios provocados por nosotros mismos que son del tipo inconsciente.»

La segunda categoría que podemos mencionar son aquellos cambios que experimentamos por la participación de otros. No fuimos los que realizaron la acción; sin embargo, nos vemos afectados (agradable o desagradablemente) por ella y somos inmersos en el proceso del cambio sin que necesariamente hayamos estado de acuerdo en ello. De la misma manera que en la primera categoría, este tipo de cambios pueden ser intencionales o inconscientes aunque como se comprenderá el nivel de intencionalidad no depende de nosotros, sino de la persona que realizó la acción.

Finalmente, la tercera categoría en la que pueden clasificarse los cambios de acuerdo al sujeto de provocación no tiene que ver ni con nosotros, ni con otras personas. Llamaremos a esta categoría circunstanciales; es decir, son esos cambios que son provocados por situaciones donde el ser humano no interviene directamente, son dados por las circunstancias o situaciones que el entorno presenta y nos llegan a afectar de manera que son provocados cambios a nuestro alrededor.

Ahora bien, sin importar el tipo de cambio que se trate y a cuál de estas categorías pertenezca, es importante como primer paso en la gestión del cambio reconocer que en todos los cambios que nos veamos involucrados existe un nivel de responsabilidad y compromiso que debemos asumir. Ningún cambio se gestiona adecuadamente si las personas involucradas en el mismo no asumen la responsabilidad que les corresponde. Todo cambio conlleva cierto grado de responsabilidad; algunos por haberlos provocado, otros para llevar adecuadamente el proceso del mismo y otros para lograr salir de la situación en la que nos han metido.