Régimen no puede con reformas
Lo sucedido en el Congreso de la República esta semana sigue generando desaliento. El régimen político no da, no puede, le resulta imposible un ejercicio de remozamiento democrático, mucho menos romper con la corrupción y orientarse a cauces que posibiliten la fundación de un Estado incluyente y participativo. Sin duda se necesitan otros caminos que habrá que seguir, como informar y politizar a la población. Caminos que confronten a la ola conservadora, hoy poderosa en el Congreso, en los partidos políticos y en la opinión pública. Toca reandar el camino, juntar fuerza y hacer posible un nuevo Estado, democrático y reflejo de la realidad plural de Guatemala. Sin hacerlo se frena el desarrollo.
Las reformas constitucionales que se discuten no han podido resistir la ola de oposición conservadora que desea evitar que las reglas políticas cambien. Los viejos zorros de la política tienen confianza en que la población siga indiferente, que quizá muestre signos de inconformidad, pero seguros que poco después se extinguirá la llama encendida. La propuesta de reforma constitucional en discusión pretende en materia de justicia, de forma tímida, desplazar los aspectos que no sirven de la Constitución de 1986 y sus reformas de ocho años más tarde, pues lo que sigue vigente no recoge la realidad plural guatemalteca ni apunta a un proyecto que contenga objetivos que lleguen a todos y todas en forma equitativa.
«Las reformas constitucionales que se discuten no han podido resistir la ola de oposición conservadora.»
El sistema de justicia ha fracasado y el régimen político no es capaz de remediarlo; la apertura de nuevas ventanas sin un giro brusco como las reformas, se está desmoronando. Los Acuerdos de Paz también lo intentaron proponiendo una lógica humana, social y nacional; tampoco tuvo paso. En 2015 multitudes salieron a la calle, el gobierno cayó y seguimos sin cambios importantes.
Se ha jugado con los miedos ladinos. En el fondo del racismo dominante prevalece la intención de negar que el país es abrumadoramente maya. Se quiera o no, hay un derecho indígena que se aplica todos los días y que en todo caso, su límite debe ser el respeto a los derechos humanos. Se dice que la jurisdicción indígena producirá fragmentación y desorden, pero olvidan interesadamente que sí hay otras jurisdicciones ajenas y no producen tal efecto. Por ejemplo, los tratados comerciales introducen jurisdicciones que constituyen anomalías para el derecho interno, pues trasciende las fronteras nacionales. Igual en lo relativo al deporte olímpico o al profesional, que también encuentran escenarios y decisiones judiciales lejos del territorio guatemalteco.
La ola conservadora es deshonesta, no habla con la verdad. Intenta seguir con los privilegios que el orden establecido le garantiza a los grupos que acumulan riqueza sobre la base de las carencias de millones. Por eso sorprende escuchar programas radiales en los que vía telefónica, personas de la clase popular defiendan la continuidad de las cosas injustas que se repiten a diario, así como los miedos a lo maya.