Pulso Económico

El pleno empleo

Es la situación en la que todos los recursos productivos de una economía están completamente utilizados. Se trata de un estado económico ideal, casi utópico, muy difícilmente alcanzable en la práctica. Amén de los crónicos defectos estructurales y las restricciones institucionales, resulta realmente muy difícil desde el punto de vista técnico lograr una combinación completamente armónica entre los productos que la sociedad demanda y los factores productivos de que dispone. Pues cuando se ha ocupado toda la mano de obra, sobra capital, o viceversa, o parte de la fuerza laboral se halla subempleada, o se está utilizando toda la mano de obra y todo el capital disponible, pero una parte de los recursos naturales permanecen ociosos, o sobra mano de obra poco cualificada, pero faltan especialistas, etcétera. Situación en la que hay más puestos de trabajo libres que parados.

El pleno empleo

El pleno empleo se cumple cuando todos los que lo necesitan pueden conseguir un empleo remunerado, y siempre que la tasa de desocupación no supere el 3% de la población económicamente activa (esta tasa incluye a los parados circunstanciales, con carácter temporalmente o que están en situación de cambiar de trabajo). Antiguamente, los gobiernos se limitaban a luchar contra el paro forzoso. En la actualidad, procuran (con más o menos éxito) lograr el pleno empleo. Una política puramente correctiva es sustituida por una política intervencionista de los poderes públicos, basada en la previsión. No solo se trata de ayudar a los desocupados, sino de lograr un funcionamiento equilibrado de la economía en el que todas las fuerzas de trabajo disponibles puedan conseguir empleo.

El siglo XIX y el primer tercio del siglo XX han estado afectados por crisis violentas, brutales, que condenaban a millones de hombres al paro forzoso y a la miseria. En el período de entre guerras, el paro forzoso hizo estragos de manera crónica en Gran Bretaña. En los Estados Unidos, la gran depresión de 1929 alcanzó su apogeo en 1932 con 12,500 mil desempleados, es decir, el 25% de la población económicamente activa. En ese momento John Maynard Keynes elaboró la Teoría general del empleo, del interés y de la moneda, publicada en 1936.

Al hacer suyos e integrar algunos análisis anteriores -especialmente los trabajos de Sismondi, Marx y Rosa Luxemburgo sobre el subconsumo obrero-, Keynes puso de relieve el papel estratégico desempeñado por la demanda. El volumen del empleo no está dirigido por la tasa de salario, como creían los economistas clásicos, sino por las previsiones de los empresarios. En épocas de depresión, de baja coyuntura, Keynes preconiza actuar sobre las inversiones con el propósito de aumentar los gastos públicos (aunque sea con el riesgo de un déficit presupuestario). Mediante el juego del multiplicador, toda inversión nacional se traduce en un incremento del ingreso capaz de garantizar el pleno empleo.

El pleno empleo

La República de 1848 suscitó un escándalo al proclamar el derecho al trabajo. Un siglo más tarde, la Carta de las Naciones Unidas debió incluir el pleno empleo entre sus objetivos prioritarios. El camino recorrido es inmenso. Las tesis keynesianas han inspirado numerosas políticas económicas. El estímulo a la inversión privada y la financiación de las inversiones públicas por vía presupuestaria que, entre otras, caracterizan al New Dealde Roosevelt, pertenecen a este tipo. Las teorías intervencionistas de Keynes siguen siendo fundamentalmente conservadoras en la medida en que no ponen en tela de juicio las estructuras de la sociedad.

Después de la Segunda Guerra Mundial parecen haber desaparecido los sobresaltos violentos. No obstante, los países industriales enfrentan cada vez más dificultades para hacer coexistir de manera perdurable pleno empleo y estabilidad monetaria. La recesión económica que se produjo en 1974 combinó un aumento simultáneo del paro forzoso y la inflación. Las medidas antiinflacionistas han agravado el paro forzoso sin cortar la inflación, y los programas de reactivación elaborados por los gobiernos para reanimar la actividad económica y aumentar el nivel de empleo corren el riesgo de provocar una nueva elevación de los precios.

En Guatemala, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se tiene actualmente una población de más de 16 millones de habitantes, y de ella, 6,605,276 conforman la Población Económicamente Activa (PEA). De este dato se deduce que si el 69.8% se encuentra en la informalidad, (es decir, no tiene empleo permanente, ni cotiza al seguro social), nos indica que 4,610,482 personas se encuentran sin un empleo permanente.

Al analizar la composición etaria de la PEA, se deduce que 4,615 personas se ubican en el rango de 15 a 30 años de edad, de donde se infiere que la mayoría de la población trabajadora está conformada por jóvenes y de ello se deduce porque, al no encontrar oportunidades de empleo pleno, la juventud opta por involucrarse en actividades ilícitas como una forma de obtener dinero fácil, integrándose a una serie de grupos organizados o no, en los cuales encuentran una forma de vida que les permite alcanzar los ingresos para su manutención.

El Gobierno de la República, tiene entre sus principales objetivos, garantizar el bien Común, como lo reza nuestra constitución política, y para ello debe establecer políticas públicas que garanticen la consecución del pleno empleo, favoreciendo a la juventud como una forma de obtener su inserción dentro de los cánones éticos y morales para contrarrestar la violencia y el deterioro social acelerado al que nos hemos visto orillados en los últimos años.

Tasa de informalidad en Guatemala por características seleccionadas

El pleno empleo

                                                                                                                                           Fuente: INE

 

 

Cideca

Consejo de Investigaciones para el Desarrollo de Centroamérica, Sociedad Civil sin fines de lucro.

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