Un indispensable cambio de rumbo en nuestro país en 2017
Por: Ingnacio Andrade Aycinena
El presidente de la República representa la Unidad nacional y debe velar por los intereses de toda la población. Es el jefe de Estado, dirige el Ejecutivo y es el comandante general del Ejército. Su ámbito de atribuciones en materia de educación, salud, seguridad, finanzas públicas relaciones exteriores y otras ramas de la administración pública es extensa.
El Presidente es el líder nato de Guatemala. Desde ese punto de vista, imprime dirección al país, señala las políticas fundamentales del Estado y el camino al bienestar de los ciudadanos. Es en el Presidente, en quien la población busca un liderazgo.Al estar en sus últimos días el primer año de gobierno, debemos preguntarnos, quién ha ejercido el liderazgo efectivo del país. La respuesta es que no ha sido el presidente. El gobernante inició su mandato con un alto grado de confianza y expectativa de la población. Sin embargo, no ha sabido comunicar un liderazgo efectivo que haga sentir al país, cuál es la dirección por la que desea llevar a este. Se ha retraído y conformado con tomar un rol secundario. En el camino, ha permitido que actores secundarios sin función constitucional, tomen una parte de ese liderazgo hacia derroteros que no son parte de un mandato de la población.
El Presidente tomó posesión el 14 de enero de 2016 con una bandera anti corrupción, como un candidato antisistema, como alguien externo a las mafias políticas tradicionales. Su plataforma política abanderaba una reforma constitucional. Sin embargo, el manadatario ha dejado el liderazgo de la reforma constitucional en manos de quien no tiene la facultad constitucional de hacerla, no ha promovido acciones específicas en contra de la corrupción, no ha reformado ni exigido la reforma del sistema ni ha tomado una sola iniciativa política hacia una mejor gobernabilidad. El Sistema educativo, de salud, de seguridad, de transparencia, de mejora en la inversión, de mejora en el Estado de derecho, en la administración pública sigue igual que cuando tomó posesión.
Podrá haber justificación en la demora, el Estado estaba en una situación de total y absoluta desmoralización, las reformas anticorrupción del año anterior maniataron la actuación del Estado en muchas áreas, pero estas situaciones ya se conocían antes de que el presidente tomara posesión.
El gobernante debe cambiar fundamentalmente su actitud en 2017. Él tiene una deuda de liderazgo, y debe cambiar fundamentalmente para efectos de dar cumplimiento a su función constitucional y reencauzar al país para darle punto final a la crisis de gobernabilidad en la que estamos sumidos desde marzo de 2015.