Columnas

Los patojos de ahora

Por: Natalia de Biegler

No me considero vieja, y muchas veces me he visto hablando de la generación de ahora. Me he dado cuenta de que hay una percepción general bastante exagerada sobre los jóvenes y esa idea caricaturesca de su apatía, de sus ganas de hacer nada, de su cámara lenta, tan característica durante la adolescencia. Es que ahora los güiros todo lo quieren fácil. Ahora no se llaman por teléfono. Ahora no quieren estudiar. Ahora no les gusta leer. Ahora son irrespetuosos y maleducados. Ahora todo es alcohol y drogas. Ahora solo se pasan conectados en el celular o la tablet.

Hace poco, estaba con mi esposo en una reunión con gente aproximadamente diez años menor que nosotros, y nos dimos cuenta de algo: en un círculo de veinte personas, ninguna estaba fumando. Ninguna. Ni una sola. En nuestro círculo, por el contrario, cuando éramos patojos era poco común quien no lo hacía. También era poco común que alguien perteneciera a alguna organización social o política, o que siquiera comentara al respecto, o que al menos supiera algo. Nuestros temas de conversación a los veintitantos eran la parranda del fin de semana, las tareas de la universidad y los problemas con los novios. A lo largo de los años, he tenido la oportunidad de trabajar con adultos jóvenes en mi clínica, y he de decir que la percepción general es bastante equivocada.

«Nuestros temas de conversación a los veintitantos eran la parranda del fin de semana.»

Muchas veces me asombra la capacidad de pensar, la introspección y la cultura de los patojos de hoy que, si bien han tenido sus períodos adolescentes normales de desgano, apatía y mal humor, ahora se inician en la vida adulta con la dicha de saber aprovechar el universo que tienen a su alcance, gracias a la tecnología. No digamos que buscan terapia por su propia cuenta y gana, simplemente para estar mejor y “ser mejores personas” (cita textual de una conversación). Conocen sobre libros, sobre películas, sobre noticias mundiales –cosas sobre las que yo a esa edad ni siquiera me detenía a pensar.

A mis veintipico, me sentía como una muchachita ridícula teniendo una conversación con una señora de treinta y tres con dos hijos, mientras que ahora muchas incluso están suscritas a mi blog de maternidad; leen y comentan mis publicaciones porque les interesa prepararse y saben utilizar la tecnología como una herramienta a su favor. Quizá los patojos de ahora no son el problema, sino más bien lo es nuestra falta de interés. Tal vez convendría sentirnos menos intimidados y tratar de aprender sobre su mundo, porque no necesariamente ellos vienen adelantados, sino tal vez nosotros estamos quedándonos atrás.

Redacción

Equipo de redacción

Avatar de Redacción