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Navidad: efectos sociales permanentes

GuilleEl pasado estará presente, aunque lo queramos negar. Y el futuro se compone de lo que pasará. En Guatemala ha llegado la hora del tiempo comprometido. No se pueden seguir postergando cambios.

No hay años buenos ni malos. Hay tiempo, es decir historia. Se supone que los humanos aprenden de sus errores para no volver a cometerlos. ¿Aprenderemos los guatemaltecos? ¿Será el 2017 un año mejor? Es preciso creerlo para no dejar que el pesimismo siga haciendo de las suyas. Al comenzar el año recordemos que Bernard Shaw advertía: “Algunas personas miran al mundo y dicen ¿Por qué? Otras miran al mundo y dicen ¿Por qué no?”, Shaw hablaba de esa actitud de ver las posibilidades, y no los obstáculos. Lo vienen repitiendo genios de todos los tiempos.

El optimista siempre parte de que este es el mejor de los mundos posibles. El pesimista tiene miedo de que eso sea cierto, nos previene Ralph Waldo Emerson. Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad, apuntaba Winston Churchill. Lo peor del pesimista es que no conoce el optimismo. La necesidad es la madre de la inventiva, aunque a veces nos muestre cara de perro. La cuestión reside en la capacidad de resolver problemas, en la comprensión de la realidad. Hay que ser realista pero no olvidar que la realidad también está hecha de sueños. Aunque sea peligroso soñar será siempre peor el dejar de soñar.

«El  amnésico pierde la personalidad, como también  un pueblo sin memoria histórica  extravía el rumbo de su desarrollo.»

No es naturalmente tan fácil pero recurrimos a la salutación del optimista, anunciada por Rubén Darío, para todas las personas que estén dispuestas a anteponer su buena voluntad en las circunstancias más difíciles: “…sea la esperanza la visión permanente entre nosotros”. Todo tiempo pasado fue mejor, aseguraba el poeta castellano Jorge Manrique. Pero solo “a nuestro parecer”, advertía enseguida, porque la vida avanza como un río hacia el mar “que es el morir”. Y de esto no se salva nadie. Manrique lo confirma: “Son iguales los que viven por sus manos y los ricos”. Podríamos decir entonces que la muerte es democrática, aún así los que tienen mejor alimentación, espléndidas casas y pueden pagar costosos médicos y medicinas, tienen mayores posibilidades de vivir más años y vivirlos bien.

El amnésico pierde la personalidad, como también un pueblo sin memoria histórica extravía el rumbo de su desarrollo. De los errores se aprende o se vuelven a cometer. En Guatemala ha llegado la hora del futuro comprometido. No se pueden seguir postergando cambios. Sin olvidar que la verdadera transformación comienza en el individuo y no en la retórica sobre los individuos. La solidaridad sólo es posible cuando hay individuos solidarios. La fe es el acto más grande de optimismo. Y el futuro resulta una utopía obligatoria cuando se carga de actitud positiva. El futuro exige más de lo que se cree. Es cierto lo que dijo un gran poeta guatemalteco: “el futuro comenzó ayer”. Ningún pesimismo puede sostenerse indefinidamente. 2017 debe ser mejor. Que no haya ni corruptos ni ladrones.