Columnas

La vida en hiperinflación

Por: Eduardo Weymann

Guatemala es un país bendecido por muchas razones y es sano recordarlo de vez en cuando. Una de esas razones es que nunca ha sido arrasada por una hiperinflación que trastoque los fundamentos de la economía. La inflación más alta registrada en la historia republicana de nuestro país, fue en diciembre de 1990 que alcanzó el 60.6%. Pero, ¿cómo será la vida cotidiana en países, como Venezuela, que proyecta el Fondo Monetario Internacional para 2017, una inflación de más del 2,000%, es decir, la vida en hiperinflación?

Tal como resume una nota de la BBC, la vida con inflación, no digamos hiperinflación, altera radicalmente la agenda cotidiana de la población, llevándola literalmente a un infierno para protegerse día a día del incremento desbordado de los precios. Por un lado, “las tiendas empiezan a cambiar, hasta varias veces por día, los precios de sus productos”. Prácticamente se trata de defender, como mínimo, el costo de reposición de inventarios, aunque en hiperinflación se pierde cuál es la noción justa de ese costo de reposición. “La población empieza a gastar lo más rápido posible su sueldo en bienes de consumo duradero como electrodomésticos, incluso si no los necesitan, para que no pierdan poder adquisitivo”. Las familias ya no optimizan su gasto en función a sus necesidades, sino en función a proteger el poder adquisitivo de su dinero.

La BBC además apunta a que “también se suele comenzar a cuantificar el valor de los productos en una moneda extranjera estable en vez de en moneda local y en algunos casos, se inicia una ‘dolarización espontánea’ en la que prefieren mantener los ahorros y realizar transacciones, en la medida de lo posible, en moneda extranjera”. Esto último es lo que pasó precisamente con la hiperinflación en Zimbabwe, que en noviembre de 2008 la inflación de este país africano alcanzó la tasa de ¡7,960 millones por ciento! Gradualmente las autoridades fueron permitiendo que la población utilizara monedas extranjeras para sus operaciones, lo que efectivamente detuvo la hiperinflación, pero no es la mejor alternativa ya que ese país perdió el control de su política monetaria. Hoy Zimbabwe es el único país donde se permiten intercambios en ocho monedas distintas (dólares estadounidenses, rands sudafricanos, pulas de Botsuana, libras esterlinas británicas, dólares australianos, rupias indias, yen japonés y el yuan chino). Aunque efectivamente detuvo la hiperinflación, aun así el cálculo económico personal y familiar es complicado.

Regresando al caso vigente de hiperinflación en Venezuela. Existe otro desastre provocado por la hiperinflación: el crimen por el hambre. De por sí, por la crisis económica que viene atravesando Venezuela, el crimen ya ubicó a este país latinoamericano entre los más violentos del mundo, pero con la hiperinflación estos índices han tenido un repunte. Con el desabastecimiento y una moneda cada vez con menos valor, por una libra de arroz o una bolsa con dos pollos cualquier crimen violento se está dando. En este 2017, ojalá la autoridad política y la oposición venezolana llegaran -como mínimo- a un entendimiento de cómo frenar este diluvio de males que está cayendo sobre el pueblo venezolano producto de la hiperinflación. En estos momentos tan difíciles, ¡Dios los proteja!

 

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