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Y tú, ¿por qué lloras, Rigoberta?

Esta columna la publiqué en el momento que Rigoberta Menchú presentó su declaración durante el juicio por la quema de la Embajada de España, ocurrida el 31 de enero de 1980, el cual causó la muerte de 37 personas. La reproduzco por la vigencia que sigue teniendo celebrándose otro año más del aniversario de la embajada. Al exjefe de la Policía, Pedro García Arredondo, se le ha acusado de ocasionar la quema de la legación con lanzafuegos y con ello la muerte del grupo de guerrilleros y de sus rehenes.

Es importante que las nuevas generaciones no estemos desinformadas y sepamos que, si alguien tuvo la culpa de haber causado la muerte de tantas personas, es el mismo grupo de personas que “tomaron pacíficamente” la sede diplomática. Debemos aclarar, como bien explica Jorge Palmieri en un artículo alusivo al tema, que Cajal fue embajador por España en nuestro país en los tiempos de Lucas García, siempre simpatizando con los movimientos revoltosos de la guerrilla, rompiendo todo tipo de protocolos como la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, que prohíbe involucrarse en temas de la política del país que lo hospeda.

Sin embargo, Cajal mantenía reuniones con grupos guerrilleros y líderes del Comité de Unidad Campesina (CUC), integrado por guerrilleros armados del Triángulo Ixil. En uno de estos viajes es que el exembajador promueve la idea de realizar el “Plan de la Subida”, como bien aclara Palmieri, en referencia a “embajada”, en el cual se decidió que se haría una “toma pacífica” de la legación de España, con el obvio consentimiento del mismo embajador, para denunciar la violencia del Ejército contra la población de Quiché. El grupo que tomaría las instalaciones estaba liderado por el guerrillero Vicente Menchú, padre de Rigoberta, la famosa premio Nobel ¿de la paz?

El embajador, actuando como un guerrillero más, convocó a distinguidos juristas (entre ellos el exvicepresidente Cáceres Lehnhoff y el excanciller Molina Orantes) a una reunión sabiendo que el lugar sería tomado por la guerrilla y que ello cobraría relevancia en el momento que los rehenes eran personas tan importantes. ¿Cómo es posible que consideren que el plan era una “toma pacífica”, cuando los guerrilleros llevaban consigo bombas molotov y pistolas? No Rigoberta, no puede uno llorar como víctima por sucesos que tu mismo padre hizo que sucedieran.