Editoriales

El país de las maravillas

La historia de Guatemala se encuentra plagada de múltiples contradicciones: desde la designación de un extranjero (el brigadier Gabino Gaínza), como primer jefe de gobierno del naciente Estado guatemalteco, tras independizarnos del reino de España, al cual le resultó sumamente fácil lograr la conquista del territorio, producto de la división y las luchas internas, entre los grupos étnicos que poblaban el país a su llegada.

Otro claro ejemplo: la letra de nuestro bello himno nacional, cuya autoría es obra de otro extranjero, un cubano, José Joaquín Palma, quien, por cierto, formaba parte del jurado calificador del concurso, y del cual resultó ganador utilizando un pseudónimo, contiene graves contradicciones de identidad, rara vez cuestionadas por la colectividad.

Literalmente, dice que “nuestros padres lucharon un día, encendidos en patrio ardimiento y lograron sin choque sangriento colocarte en un trono de amor” y en tal afirmación se fundamenta parte de la tragedia nacional: nuestra “emancipación política” no fue fruto de la lucha sino de la negociación y el cabildeo. Mientras, en la actualidad, las cifras que retratan la realidad nacional, resultan aterradoras, por no decir espeluznantes: más del 50% de nuestros niños sufrirán las irreversibles secuelas de la desnutrición cró- nica infantil.

Un alto porcentaje de la población guatemalteca es analfabeta y cerca de 16 guatemaltecos perecen a diario como consecuencia de la violencia y, cada vez parecemos estar más sumidos en la más profunda de las desesperanzas. Resulta irónico pensar que a pesar de las contradicciones enquistadas en nuestra historia, no hayamos sido capaces de aprender nada de los errores y crímenes cometidos por la colección de oscuros personajes que han ocupado la silla presidencial.

Es triste pensar que, con raras excepciones históricas, la sociedad guatemalteca ha logrado salir del crónico pantano de indiferencia colectiva que le mantiene prisionera de su propia ignorancia y de su nula conciencia política, y que las luchas que han ensangrentado nuestro suelo, han sido producto del liderazgo de extranjeros que han logrado la imposición de matrices de pensamiento en nuestros conciudadanos.

Una clara manifestación de tal fenómeno es el cuestionado liderazgo, (según sus detractores) de otro extranjero, el colombiano Iván Velásquez, al frente de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), definido claramente en el acuerdo suscrito entre la ONU y el Estado guatemalteco y cuya gestión en la llamada lucha contra la impunidad ha alcanzado, ciertamente, logros incuestionables, pero a la vez ha sobrepasado los límites establecidos en el mismo, ya que en la práctica pareciera que ha violado preceptos contenidos en la Constitución Política de la República, tales como la garantía a la privacidad de las comunicaciones telefónicas, la independencia judicial y rebasado los límites que establece el acuerdo que fundamenta su creación, al proponer reformas al texto constitucional, en apoyo al fortalecimiento del sector Justicia, en conjunto con el Ministerio Público y la Procuraduría de Derechos Humanos, en una controversial propuesta que pretende, entre otros aspectos, lograr el reconocimiento constitucionalal derecho ancestral indígena, lo cual ocasionaría una ruptura del principio de unidad e igualdad ante la ley, establecido en el texto constitucional.

Pero resulta más trágico aún pensar, que el fenómeno de la división que precipitó la conquista de las culturas precolombinas, y que provocó un conflicto armado interno, cuyas cicatrices no terminan de cerrarse, persiste en la actualidad. La inminente discusión de las reformas constitucionales y la andanada de apasionados argumentos a favor y en contra de la misma, resultan una muestra más de la división que nos condena, sistemáticamente, a la derrota, pues un país dividido, siempre será vencido.

Quizá Lewis Carroll autor de Alicia en el País de las Maravillas, pensaba en Guatemala al escribir su obra, pues tristemente este país es el lugar donde nada es lo que parece ser, y absolutamente todo es posible.

Redacción

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