Ocho años se pasan volando
Cuando el presidente Jimmy Morales denunció una conspiración en su contra por medio de un golpe de Estado, de inmediato el pelotón de batonistas de la prensa de izquierda se lanzó a exigirle que indicara qué militar o qué unidad del Ejército estaba involucrada en el complot. Es increíble el nivel de ingenuidad que esa parte de la prensa cree que los guatemaltecos padecen.
Es un insulto a la inteligencia el tratar de desviar la atención de la fuente real de peligro contra la institucionalidad, cuando hace apenas unos días delante de las narices de todo el mundo la Corte de Constitucionalidad dio un golpe de Estado contra la Corte Suprema de Justicia, por medio de una resolución ilegal que defenestró a la entonces presidente del Organismo Judicial.
De la misma manera se pretendería derrocar al presidente de la República, sin la intervención de siquiera un recluta del Ejército; aunque el momentum, ese lapso de tiempo en que la oportunidad se presenta de manera efímera, en apariencia caducó para la extrema izquierda y su capacidad de maniobra en la CC, conforme el calendario se adentra en el tiempo, después del resultado de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.
El principal instrumento del golpe -que no su principal promotor-, Iván Velásquez, ha perdido popularidad de manera vertiginosa a partir de su responsabilidad en la trágica muerte de Pavel Centeno, en la aguda crisis económica y en la delincuencia demencial que galopa desbocada sembrando la muerte todos los días, aspectos que no pasan desapercibidos a la gente de la Plaza.
Pero no me refiero a los 15 o 20 que llegan cada vez que Velásquez los convoca, sino a las decenas de miles que la colmaron para exigir la salida de Baldetti y Pérez Molina. Es obvio también que el apoyo de la embajada a los desmanes del comisionado ya no es el mismo, a pesar del cheque que Robinson le entregó al colombiano, fechado con anterioridad a la toma de posesión de Donald Trump. Velásquez y sus batonistas se empeñan en sacar a relucir el apoyo de la ONU y el senado estadounidense, pero enfrentan el problema de la dureza con que el presidente de los Estados Unidos ha tratado en los últimos días a las Naciones Unidas, lo que reduce el respaldo de esta a la CICIG a casi nada, y no resaltan que el supuesto apoyo del senado fue de solo cinco representantes.
Además, la gente demuestra ya una marcada indignación ante la obcecación de Iván Velásquez y sus batonistas en cuanto a etiquetar como delincuente a la multitud que lo cuestiona, y se percibe un abierto hartazgo ante la terquedad del colombiano por extralimitarse en sus funciones, en asuntos tan delicados como una explosiva alteración de la Constitución, una indignación que se exacerbaría si las manifestaciones convocadas para ayer y hoy por la autodenominada alcaldía indígena de Sololá se tornan violentas.
Son muchos los aspectos que el Secretario de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, John Kelly, debe tomar en cuenta durante su visita a nuestro país por estos días. El informe que el general Kelly debe llevar al presidente Trump es solo uno: el único muro que puede funcionar para frenar la migración ilegal no debe ser construido con hormigón y hierro, sino con oportunidades de trabajo bien remunerado.
Debe reportarle a su presidente que no necesitamos que nos regale dinero de los contribuyentes estadounidenses, pero que sí necesitamos dinero de sus inversionistas, lo mismo que el de los inversionistas de cualquier parte del mundo, que solo van a venir a quedarse si hay certeza jurídica y se persigue la corrupción, pero sin aplicar justicia de forma selectiva, como lo alentó la administración de Barack Obama; y que Guatemala necesita instituciones fuertes, para cuando el marxismo intente de nuevo embestir nuestro sistema democrático, tal vez dentro de ocho años, este pueda resistir la agresión. Total, ocho años se pasan volando.