Ante la ocurrencia un pacto por la educación
Si hay algo sustantivo en cada una de las sociedades que han avanzado, es la educación. Esta ha permitido que en medio de turbulencias, catástrofes y vacíos, la humanidad no se hunda en el fastidio, desánimo o tragedia. De generación a generación a través del hogar y del invento de la escuela, los conocimientos no solo se han transmitido y atesorado, sino que han permitido que los mismos crezcan hasta el límite de la imaginación. En algunos países la sociedad y el Estado han trazado el camino a seguir sobre la base del conocimiento universal, bajo el paraguas de la realidad social que sustenta su devenir histórico.
«A los guatemaltecos nos importa un comino la educación»
Los modelos no habrá que buscarlos en Finlandia o bien en otros desarrollados que premian los éxitos educativos. Porque cerca, muy cerca de nosotros, está México quienes a partir de la Revolución Liberal positivista y la impronta posterior de José Vasconcelos, lograron encaminar su derrotero educativo. Costa Rica, también escogió su camino de manera autónoma y acertada, con una vocación que los indujo tras un ideal ciudadano, a quien deberían formar a través del cultivo de la ciencia, la cultura y la educación.
Nosotros en cambio, a pesar de contar con un documento serio sobre la Reforma Educativa, elaborado por personas conocedoras del tema y bajo consulta de todos los implicados, en el marco de los Acuerdos de Paz, las autoridades de tránsito escogieron el camino de la ocurrencia y la inercia. Cada gobierno reinicia, como si atrás no existiera sustrato alguno.
Concluye el período, y nada sustantivo queda para fortalecerlo y mejorarlo. El nombre de los ministros se olvidan y los próximos a inventar el agua azucarada. A veces he llegado a pesar con cierto nivel de escepticismo que a los guatemaltecos nos importa un comino la educación. Lo cierto, es que desde hace años hemos insistido con terquedad en la necesidad de lograr un pacto por la educación. Lo propusimos cuando fue presidente Álvaro Colom y nada. Se insistió con el gobierno actual y la respuesta fue ambigua. Sin embargo, ahí están los documentos con el desarrollo de lo que se podría alcanzar. Tiempos, procesos, instancias, metodologías, organización. Todo lo necesario para arrancar.
La respuesta a estas propuestas, ha sido esconderse en dinámicas burocráticas o la aceptación de recomendaciones externas, que no van al fondo de nuestros problemas educativos, tal como ordenar que desde 2018, los niños ingresarán con 6 años a primer grado de educación primaria, sin antes sustentarlo teórica ni metodológicamente a partir de una estrategia pedagógica. Lo mismo ha sucedido con otras iniciativas que circulan en el ámbito del sistema educativo, que no tienen la trascendencia sustantiva que viabilice el mejoramiento de la educación.
La respuesta de hacia dónde va la educación guatemalteca está sin respuesta. Problemas centrales como la incertidumbre de los jóvenes acerca de su futuro cercano, el deterioro catastrófico de la infraestructura escolar, falta de alimentos, de maestros dignificados humanamente, entre otros, no se encara adecuadamente, porque la ocurrencia y la inercia está presente de nuevo en el MINEDUC.