Columnas

Cadencias necesarias

La liberación es, en primera instancia, libertad contra algo; la libertad es libertad de algo” dice Isaiah Berlin en su libro Politica Ideas in the Romantic Age. Al leerlo no dejo de pensar en la gente joven que en este momento busca abrirse camino en los países conservadores. La juventud es el período de liberación y de búsqueda individual que abre camino a un pensamiento maduro y consistente. Envejecer, muy al contrario, es dar por sentado que la vida no puede modificarse, es engordar de muertes y autocomplacencia. Nadie merece la vejez.

Nadie merece transformar sus sueños en el adocenado conformismo de una sociedad agrietada por la mediocridad y el odio. Hacerse viejo es darse por vencido y abandonar la orilla poética de la vida: la búsqueda de la felicidad que nos hace libres. Las generaciones son cadencias necesarias, pero la juventud es siempre el mismo espacio de libertad y de invención. La nostalgia es un vicio que nos detiene en lo previsible, nos ancla en lo corrupto y caduco.

Las alturas más grandes de la historia han sido vanguardias, a veces abanderadas por personas de edad avanzada que jamás se desvanecieron en la burocracia del abandono. El cambio es siempre nuevo, solo de esa forma es posible reinventar el arte, la política y las ideas. El impulso viene de entender que el mundo actual no es una amenaza, que aún es posible transformarlo si nos lo proponemos. Una sociedad conservadora envejece a sus jóvenes, descalificando sus méritos. Anteponiendo siempre el prejuicio al entusiasmo.

La experiencia acumulada solo es útil si la dejamos como legado; menospreciar la inexperiencia y el esfuerzo, es muy propio de la mediocridad. La libertad tal como menciona este brillante autor ruso-inglés consiste en permitir la evolución y renovación de las ideas a través de puentes de diálogo. Las ideas nunca se estancan en las sociedades libres: nacen, crecen, mueren y se transforman, iniciando así de nuevo su ciclo. Tal como lo hace cualquier organismo vivo.