Una nueva Cuaresma, una nueva oportunidad de redención y bendición
Con la llegada de una nueva Cuaresma, igualmente llega al corazón y al alma, un indescriptible sentimiento, mezcla de nostalgia y esperanza por los acontecimientos próximos a vivir. Existe una especie de persona que resurge en esta época cuaresmal. Esta persona es como cualquier otra: estudia, trabaja, tiene familia, aparentemente es igual que todos los que le rodean y pasa inadvertido; sin embargo, tiene características que lo hacen ser diferente y especial. Utiliza un vocabulario desconocido para la mayoría que incluye algunos términos como: cartabón, quebrarse, horquilla, Turno o Paletina, entre otros muchos.
Su refinado olfato se regocija con el olor del corozo, del húmedo aserrín y el incienso preparado. Su afinado oído tiene gusto por marchas fúnebres sobre cualquier otro tipo de música sin importar la época del año, gusto que se confirma cuando las bellas notas de Señor de San José le hacen derramar más de Una Lágrima, sobre todo cuando esta frente a la Madre Dolorosa. Posee tesoros que están guardados celosamente en una caja de zapatos, misma que contiene amarillentos papeles donde se anuncian recorridos, programas de marchas, descripción de alegorías de andas, instrucciones y en algunos casos una pequeña fotografía obsequiada por algún devoto. También hay un sinnúmero de turnos de muchos años atrás, los cuales se mezclan con los del recién pasado año, formando así una memoria que recuerda situaciones pasadas y momentos únicos e inolvidables.
Es quien revive la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, no simplemente para rendir culto al dolor y la muerte, sino como el acto jamás realizado por el Hijo de Dios para la salvación del hombre, su creación más perfecta. Esta persona forma parte de un grupo selecto que viste de morado y negro, su espíritu se renueva año con año y sus más nobles y profundos sentimientos afloran paralelamente con la buganvilia y las jacarandas. Esta persona tan especial, usted y yo la conocemos: Es el Cucurucho. Pero no debemos quedarnos ahí. Debemos trascender más allá del caminar al lado de nuestras imágenes de devoción.
Es una época en la que se da la oportunidad de meditar y reflexionar sobre nuestros actos, pasados y futuros, y no necesitamos ser cucuruchos para vivir profundamente nuestra religiosidad. La espiritualidad trasciende más allá, de seguir una tradición, usar un lenguaje específico, un color de túnica definido. Simplemente con que llevemos nuestra vida de forma ordenada, rigiéndonos al apego de las normas y sentido común, y aprendamos a respetar y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, solo en ese momento, veremos cómo la paz, el recogimiento interno y el amor nos llevará a vivir en un mundo más armonioso y mejor.