La verdadera Constitución

Que la Constitución mexicana haya cumplido recientemente el centenario de su vigencia permite su apreciación desde una perspectiva histórica más amplia que muchas otras. En nuestro caso nos han regido unas ocho desde 1821. Tan larga vida también permite valorar distingos y semejanzas. El artículo de Juan José Rodríguez Prats (La Constitución, ¿texto jurídico? Excélsior.com. 02.03.17) me parece particularmente revelador en este último sentido. Lo inicia con esta profunda y lapidaria sentencia de Gabriel Zaid: “La verdadera Constitución es la complicidad”.

Todo un acicate para motivar el análisis de nuestras patologías constitucionales y con tal motivo destacar con tal motivo estos pasajes: “Nuestra Carta Magna ha sido proclama, promesa, plan, proyecto, síntesis de nuestra historia, catarsis, venganza del grupo triunfador, pero no un texto jurídico riguroso acorde con una buena técnica legislativa. Según los historiadores, desde la Colonia el ideal de justicia se sacrificó al ritual y a la solemnidad de las formas.

 El derecho y el criterio de los jueces divergían notablemente; las Leyes de Indias eran uniformes para un continente de regiones diversas; se legislaba desde España, pero no se precisaba cómo aplicar esa legislación; el alegato adquirió más importancia que la prueba; los hombres de leyes, más que hacer justicia, aspiraban a conservar su empleo; en las universidades se enseñaba más cómo ser triunfadores generando una moral contrahecha; la Jurisprudencia era hermana de la Teología y se degeneró en casuismos que abultaban las leyes.

Todo lo anterior averió el carácter de los hombres incrustados en la burocracia para hacer justicia. A lo anterior se agrega el sentimiento de que la ley no servía y que debíamos ser gobernados de manera distinta a lo que las normas jurídicas prescriben.” La médula de una constitución radica en la vida política de un país; y por ello viene a cuenta citar a Gonzalo Asturias Montenegro cuando recuerda que durante el proceso al expresidente Manuel Estrada Cabrera, este le explicó al joven oficial de la causa, Miguel Ángel Asturias, que “en política no hay amigos, solo cómplices”.