Hidroeléctricas, cuentos y realidades
Con mitologías muy de nuestro medio, en tratándose de intentos concretos o aproximados, en el desarrollos de generación de electricidad por medio del agua, sean hidroeléctricas pequeñas, medianas, con embalse o a filo de agua, aprovechando las abundantes cuencas fluviales que bendicen a Guatemala, se ha dado ya de tiempos atrás, en venir pobladores vecinos a sitios apropiados para generar electricidad con plantas hidroeléctricas, con distintos cuentos “creídos” originados por otros tantos “colaboradores” ajenos e intrusos, nacionales o extranjeros, sobre que las hidros se van a llevar su agua, que esta se va a contaminar, que traerá malas energías y etcétera. ¿Cuál agua, suya o nuestra?
Hace más de dos mil años, pronunció gran verdad aquel pensador de la antigua Grecia: “nunca nadie puede bañarse en la misma agua”. ¿Contaminación? ¿Cuántos ríos no rebozan vergonzosamente hoy día, de basuras y otros desechos, a todo lo largo y ancho del país? Y acá en esto, pobladores y autoridades pues… nada pasa, nada se hace. Y todo esto va, con el desarrollo de los pueblos, el contexto integrado de la energía y el desarrollo. La disponibilidad de las modernas formas de producción de energía, particularmente electricidad, es más que indispensable para el aprovisionamiento de agua potable, salubridad y servicios del alumbrado del hogar y el público, industrialización, agricultura, transporte y telecomunicaciones.
«No contar con electricdad y necesaria dependencia de la leña».
Está probado que a medida que se incrementa el ingreso per cápita en un país, el acceso a la electricidad crece a mayor tasa que otras formas de energía, debido casi siempre, a que los gobiernos tienden a dar mayor prioridad a la electrificación. Así, entre las regiones del “mundo en desarrollo”, Latinoamérica ocupa hoy el segundo lugar en electrificación, con un 93% de la población con acceso a la electricidad, solo después de China continental con el primer lugar en un 99% (ambos datos ya a partir del año 2009, IEA). Entre 64 de esos países, Guatemala ocupa el lugar 37 en nivel de electrificación. No obstante, Guatemala aún cuenta con ciudadanos ¿olvidados? que forman parte de esa población marginada a nivel mundial por condiciones de extrema pobreza (campeona acá el África subsahariana con una tasa del 31%).
Pero nos alcanzan todavía, dos indicadores de pobreza energética al nivel hogar: uno, no contar con electricidad y dos, necesaria dependencia de la leña. Resulta obvio que ahora mismo, se requiere urgentemente de innovadores esquemas en nuevas inversiones, creación de empleo, financiamiento y desarrollo tecnológico, todo lo cual exige elevar la capacidad generadora y distribuidora de energía, que permita incrementar los niveles de acceso a la electricidad. A esto se refiere el Grupo Consultivo de la ONU sobre Energía y Cambio Climático, cuando llama a la adopción de una meta de acceso universal a los modernos servicios de energía, al año 2030. Y entonces, los tantos manipuladores de gentes tecnológicamente inocentes, pero necesitadas de condiciones de vida dignas, ¿Cómo pretenden apoyar esos esfuerzos?