La experiencia sí cuenta
Parece que Guatemala no termina de comprender que un criterio fundamental para la selección de quienes ocupen la titularidad del Ejecutivo es poseer experiencia administrativa en la esfera de lo público. Nada prepara con anticipación a las exigencias y complejidades que tendrán ocupar la máxima magistratura del Estado. Para países como Guatemala, que no son un sistema Federal, la posibilidad de tener un presidente que ya tiene experiencia ejecutiva es casi imposible (los gobernadores no compiten por lo general).
Con suerte, la experiencia de una alcaldía o una diputación es la mejor carta de presentación. El mejor escenario es asumir que el nuevo presidente puede rodearse de perfiles de mayor de experiencia administrativa. Cuando una democracia tiene dificultades en consolidarse, las acciones de un presidente cuentan mucho para reducir los incentivos ciudadanos a desconocer el sistema. Tan solo un año después de las manifestaciones del 2015 en repudio a la administración del expresidente Pérez, la ciudadanía guatemalteca se encuentra en la misma situación.
En tan solo una semana, al menos dos manifestaciones populares (la marcha de Codeca y los plantones ciudadanos en protesta por el incendio en el Hogar Casa Segura) utiliza el mismo lenguaje: ´Es tiempo de sustituir al presidente.´ La administración Morales tampoco parece querer ayudarse. El manejo de la crisis durante estos días mostró, precisamente, el error de haber votado por un candidato sin ninguna experiencia política previa.
Es impresionante que el Presidente y asesores reaccionen con tanta pasividad
Es gravísimo que el presidente Morales no se haya apersonado al lugar de la tragedia. ´Designar un fiscal especial del caso y una comisión presidencial para atender el asunto´ son comportamientos de cajón en una administración presidencial ante una tragedia. Cualquier estudiante de administración pública sabe que el gobierno es el ejecutivo en movimiento y eso requiere, un ejecutivo visible y activo.
Es impresionante que el presidente y asesores reaccionen con tanta pasividad. Este comportamiento errático no ayuda para nada a que la ciudadanía evite suponer que la solución es demandar la renuncia del titular del Ejecutivo. Aunque el poder está sujeto a reglas, en los sistemas presidenciales se opera bajo el principio de un mandato presidencial estable. Remover a un presidente por falta de popularidad, descontento o cercanía al estamento militar no son argumentos de peso. Si lo serían la colusión en actos de corrupción aunque cuando los sistemas presidenciales son estables el presidente concluye su mandato y luego es procesado. Interrumpir el mandato presidencial no es una opción inteligente.
Nada asegura que el gobierno de transición, que tiene la gravísima responsabilidad de transitar hasta las siguientes elecciones populares pueda lograrlo. Los procesos de juicio político contra el Ejecutivo en América Latina y el impeachment en el presidencialismo estadounidense son procesos cuya operatividad se considera como el último recurso para salvar el sistema. Se presentan ante situaciones graves como delitos de corrupción demostrables (no indicios) y actos de traición a la patria.
Un presidente tonto, que no sabe qué hacer ante la crisis y cuyas apariciones en público son la nota cómica del día no son hechos agradables. Pero no suman para justificar removerlo. Lo que quiere protegerse es la estabilidad del mandato presidencial (no la figura de quien lo ostenta). El punto, aunque duela reconocerlo, es darse cuenta que las urnas hablaron. Esto es el accionar de alguien que no es un político tradicional. La mayoría de ciudadanos eso querían, eso tienen: Un presidente sin horizonte, sin referentes de cómo abordar una crisis, sin la menor idea de cuál es el manual básico.