Editoriales

La Plaza es cosa seria

La historia reciente de Guatemala demuestra que la Plaza de la Constitución es un espejo en el que se refleja, fielmente, la expresión de la voluntad popular; las masivas movilizaciones de rechazo en la Plaza, tanto las que motivó el  caso del asesinato del abogado Rodrigo Rosemberg, quien acusó en un video al expresidente Álvaro Colom y a su esposa Sandra Torres de Colón, de atentar en contra de su vida y la del empresario Khalil Musa y su hija Marjorie, lo cual provocó una grave inestabilidad que hizo tambalear a su gobierno.

Posteriormente, durante la administraciòn del Partido Patriota, las manifestaciones de rechazo ciudadano en contra del  expresidente Otto Pérez Molina,  fueron de vital importancia, si bien no determinantes para que se diera la renuncia del exmandatario, quien luego de  ser acusado por parte de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público, de varios casos vinculados con corrupción permanece actualmente en prisión.

La Plaza de la Constitución es escenario, una vez más,  de manifestaciones colectivas de rechazo a la  administración del Estado guatemalteco. En esta ocasión, son dirigidas en contra del  gobierno del presidente, ante la tragedia ocurrida el pasado miércoles 8 de marzo, en la que perdieron la vida 40 adolescentes en situación de abrigo en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción.  La voz de la indignación ciudadana se hizo escuchar tanto durante la vigilia del día jueves 9 de marzo como la del sábado 12 cuando se invocaron múltiples aspectos: desde la escasa capacidad de respuesta manifestada por el gobernante y la opacidad con que se ha manejado la información en cuanto a las circunstancias en que se desarrolló la tragedia.

El infortunio acaecido en el albergue estatal alcanza 40 víctimas mortales y las dimensiones dantescas de la misma suscitan una ola de indignación  social  completamente justificable, la misma no es responsabilidad exclusiva de las autoridades al frente del Ejecutivo; la fatalidad en su conjunto se produce como una consecuencia de eventos desafortunados con el catalizador de la poca o nula atención prestada  por parte de las entidades encargadas de la investigación de los hechos denunciados por las hoy fallecidas, quienes desde hacía largo tiempo habían venido dando a conocer a la Procuraduría de los Derechos Humanos una serie de abusos físicos, sexuales y de tratos degradantes, cometidos en su contra por personal del albergue.

Sin embargo, en las actuales circunstancias, el reflejo de la Plaza se encuentra opacado por la manifestación de intereses espurios, en paralelo a los legítimamente genuinos.  Si bien existe una amplia cuota de  responsabilidad gubernamental en la tragedia, la misma no corresponde en su totalidad al Ejecutivo. Muchas de las personas, quienes demandan a  gritos la renuncia del presidente, lo hacen parapetándose tras el siniestro con un fin diferente que es el de imponer una agenda política distinta a la establecida por el Gobierno de la República, y las leyes del país.

Es necesario entender que el desenlace de estas nuevas acciones de rechazo dependen exclusivamente del manejo inteligente y transparente de las instituciones de gobierno y el establecimiento de acciones inmediatas de este, que debe permanecer incólume y no ceder a presiones espurias y perversas de sectores, que aprovechando la coyuntura, demandan hoy la ruptura del orden institucional y la defenestración del Presidente constitucional de la República.

Redacción

Equipo de redacción