Columnas

Medio siglo de impunidad

Absortos, como estamos, observando cómo zozobra sin hundirse la nave del Estado fallido guatemalteco, poco faltó para dejar pasar en silencio el cincuenta aniversario del holocausto del poeta nacional, Otto René Castillo. Omisión que habría sido imperdonable, a la luz de la tragedia en la cual sigue sumida esa patria que lo llevó a bajar los abismos por ella señalados, a beber sus cálices amargos, a quedar ciego para que ella tuviese ojos y a quedar sin voz para propiciar el canto de la patria nueva, la no nacida medio siglo después de su sacrificio Contra el olvido y la ignorancia, recordemos que el 19 de marzo de 1967, hace 50 años, Otto René Castillo, Nora Paiz Cárcamo, Antonio Leonardo, Gerardo Aparicio y otros combatientes de las Fuerzas Armadas Rebeldes, fueron capturados por tropas militares y trasladados, varios de ellos heridos pero vivos, a la base castrense en Gualán, Zacapa.

Un vesánico capitán del ejército típico precursor de los criminales que hoy día ejercen en las calles el descuartizamiento terrorista y lo hicieron antes arrasando comunidades indígenas torturó a Castillo con una hoja de afeitar: cercenó sus ojos, sus labios, sus mejillas, para hacer realidad sádicamente lo escrito en “Vámonos patria a caminar”.

“Quisieron, quieren, silenciar su voz. Pero no pudieron en medio siglo de impunidad.”

 El 29 de marzo de 1967, los cuerpos de Otto René Castillo, Nora Paiz y sus compañeros fueron incinerados. Se consumó, así, uno de los primeros crímenes de guerra en que incurrió el Ejército de Guatemala, el cual estaba obligado a respetar el derecho internacional humanitario. Ha pasado medio siglo de impunidad y el desangramiento de Guatemala no termina. La bestia negra de la violencia se aferra al erial de impunidad en que convirtió la “dulce tormenta”, a la que cantó el poeta quetzalteco.

El luto profundo que llevamos desde el 8 de marzo de 2017 sigue apuntando, con su dedo acusador, al Estado criminal, heredero de quienes quisieron borrar las huellas de su insania con el fuego. El fuego que quemó los cuerpos de Otto René Castillo y Nora Paiz hace medio siglo, es el mismo que acabó con la vida de 40 niñas y adolescentes del Hogar Virgen de la Asunción, el 8 de marzo de 2017.

Quisieron, quieren, silenciar su voz. Pero no pudieron en medio siglo de impunidad: nadie recuerda el nombre del capitán torturador, pero en el corazón de cada guatemalteca y guatemalteco dignos arden, en llama siempre viva, los versos del poeta: “Si cuando digo ¡Pan!/ me dicen: / ¡calla! / y cuando digo: ¡Libertad! / me dicen: / ¡muere! / Pero no callo ni muero. / Vivo / y / lucho. Y eso enloquece / a los que mandan en mi país. / Porque si vivo, / lucho / y si lucho, / contribuyo al amanecer. / Y de esta manera nace la victoria / aun en las horas más amargas”.