Entender la corrupción
La pregunta y su respuesta resultan útiles para interpretar la realidad que vive nuestro país: ¿Por qué hay tanta corrupción en Colombia?, inquiere Eduardo Lindarte Middleton (El tiempo, 18.03.17). Y es que, vista con detenimiento, dice, se trata de una tendencia arraigada en la historia, cultura y organización social y que la extensión y persistencia de las prácticas corruptas del mismo demuestran que “no se trata de un fenómeno ocasional y aislado”. Y aclara también algo que es muy importante: tampoco es exclusivo de la política. Surge “de tendencias profundamente arraigadas en la cultura que afectan los códigos morales más profundos”.
Reconoce también que “La primera reacción ante este alud de corrupción es poner en entredicho la eficacia de los organismos de control y del sistema judicial. Pero aunque el papel de estas instituciones es muy importante […] su actuación tiene ciertos límites y se reduce a los hechos cumplidos: estas entidades no hacen mucho en la prevención y poco o nada a la hora de combatir las raíces sociales del problema.” Estas raíces incluyen “el desarrollo moral” ya que “la moralidad de muchas personas adultas corresponde a las etapas iniciales de formación de la personalidad” y que “en el nivel etnocéntrico, el individuo necesita al menos abordar el país como un todo para fundamentar una moralidad genuinamente preocupada por la corrupción” siendo “muy pocas personas alcanzan el nivel etnocéntrico ampliado.
“Los estratos altos y medio-altos son los mayores agentes de la corrupción.”
Es decir, a pocos les importa el país como un todo.” Esto se explica atendiendo a que “nuestra estructura social proviene de la Conquista española, la cual entronizó una jerarquía de castas fundamentada en la pureza racial durante más de tres siglos […] lo cual ha impedido el desarrollo de una solidaridad nacional democrática, elemento esencial para una moral colectiva genuina. Más bien, la solidaridad se ha ejercido dentro de redes familiares y de clientelismo, que son muy limitadas”, lo cual, a su vez ha implicado un elitismo que “implica un sentido de privilegio, de no estar sometido a reglas”, motivo por el cual “los estratos altos y medio altos son los mayores agentes de la corrupción […].
Desde luego, se encuentra la criminalidad más abierta en los estratos inferiores, pero esta nace en parte de las dificultades de acceso a las oportunidades económicas.” Destaca además que el tránsito hacia una economía de mercado junto con la estructura anterior, ha significado la creciente intensificación del factor económico como nuevo criterio de éxito, lo que ha llevado al “abandono progresivo de los valores tradicionales que daban prioridad a la lealtad y a la obediencia” lo que, a su vez, conduce a la reducción de los niveles etnocéntricos más amplios a unos menos amplios, “hasta llegar al nivel puramente egocéntrico.” Factor adicional significativo es que la conformación física del país en regiones separadas, heterogéneas y con precarias vías de comunicación “dio lugar a una nación fragmentada donde los “otros” no están articulados con el centro”.