Política, espectáculo sin más
Asusta la manera en que se distrae a la opinión pública de los temas verdaderamente importantes. Entre otros, el estira y encoge alrededor del tema de la interpelación o no de la actual ministra de Salud Pública, de quienes están a favor o en contra y de si hace o no se hace una buena labor en esa cartera, nos tiene al mundo guatemalteco viendo de un lado a otro, entre los que sí y los que no. Seguramente la señora ministra Lucrecia Hernández tiene muchísimas virtudes personales y profesionales, al igual que su equipo, integrado por jóvenes y personas de edad mediana, destacados en diferentes áreas; sin embargo, la limpia que le puede brindar su presencia al gobierno formal de turno, no alcanza para resolver los problemas del Ministerio y tampoco la grave situación que afronta la sociedad y el Estado, asuntos estos sobre los que se distrae con tanto lleva y trae.
«Es seguro que la ministra Hernández habría salido airosa de esos ataques»
Lo que viene sucediendo es denominado por algunos estudiosos como política espectáculo, un circo que distrae de problemas importantes. Ojalá fuera un respiro a la opinión pública ante la compleja situación del país, preparándola para el siguiente nubarrón de hallazgos que seguirán desnudando la podredumbre del sistema político y económico, la acelerada descomposición institucional, los sucios negocios y disputas intestinas entre grupos de poder, la carencia de lucidez política en la dirigencia de los particos (¡y de la sindical salubrista!) y los alcances de los planes estadounidenses para intervenir y controlar la situación.
La política espectáculo distrae, precisamente, de esas cuestiones importantes. Por eso la insistencia de refrescar la denuncia de diversas organizaciones populares y democráticas sobre la fragilidad política e institucional y la inexistencia de condiciones para cambios democráticos básicos. También la urgencia de revertir el gran faltante de deliberación democrática en la población y ahondar en la redefinición y refundación del Estado y la recuperación de valores en la sociedad. Todo esto es fundamental y forma parte de algunos intentos de articulación subalterna, de ingreso a una coyuntura imposible en donde la arena principal sigue vedada a los actores populares. Es seguro que la ministra Hernández habría salido airosa de esos ataques por ahora suspendidos, igual que los afrontados por la fiscal general y el comisionado de CICIG en virtud de sus acciones anticorrupción. Pero aún no nos libramos de las condiciones que frenan cambios en el Estado y en sus tareas democráticas.
Ni a lo interno ni a lo externo. La redefinición y refundación del Estado tiene que remontar el vuelo de los poderes más conservadores y de los mafiosos, de los designios imperiales que no ven graciosa la pretensión de grupos populares y democráticos de dar vida a una patria grande, digna, soberana y libre. Empecemos por desmontar la atención a la política espectáculo y su secuela distractora, de resignación e indiferencia.
Demos la batalla ideológica y política.