Columnas

Esa prensa falaz

Resulta despreciable que buena parte de la prensa se dedique a alabar de oficio a funcionarios públicos que realizan una labor mediocre. La semana pasada abundó en ejemplos, con la fallida interpelación a la ministra de Salud, Lucrecia Hernández Mack, a quien la prensa sesgada glorificó hasta el éxtasis, a pesar que su trabajo no sobresale en ningún aspecto. Algunos dirán que no es ladrona, pero eso ¿en qué la diferencia de los demás ministros? Porque hasta hoy, que yo recuerde, a ninguno de sus colegas se le ha tachado de corrupto. Por lo demás, el sistema de salud pública sigue en las mismas condiciones de deplorable ineficiencia que durante el gobierno del Partido Patriota, lo mismo que los otros ministerios.

Uno de los pocos ámbitos de la administración pública en donde se sabe que la corrupción sigue igual o peor que antes, es el de las aduanas, que están bajo la responsabilidad del superindentende de la SAT, Juan Francisco Solórzano Foppa, otro funcionario que goza del favor de una parte de la prensa. Además, Solórzano ha cometido graves delitos, al no agotar los procedimientos administrativos que manda la ley en materia de recaudación fiscal. Y qué decir de la ausencia total de propuestas técnicas viables al respecto del tema del incremento de la recaudación fiscal.

Otro personaje insuflado por la prensa falaz, es el colombiano Iván Velásquez, quien el domingo pasado, en el marco de la reunión de medio año de la Sociedad Interamericana de Prensa tuvo la desvergüenza de afirmar que “Guatemala fue diseñada para la impunidad”, y que “No hay consecuencia para los responsables”, cuando el propio Velásquez es el responsable de la muerte de Pavel Centeno, además de innumerables atropellos a la justicia y a nuestra Constitución, en su papel como funcionario público, delitos ante los que Velásquez resulta blindado precisamente, en parte, gracias a los periodistas sin escrúpulos que compran impunidad protegiendo al colombiano, o que colaboran con él encubriendo su activismo de izquierda con el disfraz de periodismo.

Y que no salga el colombiano con el argumento de que él es diplomático y no funcionario público, porque si así fuese, entonces contravendría la Convención de Viena en cuanto a que los diplomáticos no pueden interferir en los asuntos de otros países, y es un hecho notorio el papel que Velásquez desempeña en la persecución penal, que lo convierte en un funcionario público más. Y como si no fuese suficiente, tuvo el cinismo de aceptar su propia ineficiencia, cuando afirmó que “En Guatemala hay un 97 por ciento de impunidad”, ante lo que le pregunto entonces ¿para qué carajos han servido 10 años de CICIG? Todo, mientras el colombiano gana un salario mensual de alrededor de Q400 mil, que se traducen en unos Q19 millones durante 4 años; una enorme fortuna con la que se podría duplicar la presencia del MP en el país.

Hay un común denominador importante a tomar en cuenta en relación a los personajes mencionados, y es que los tres pertenecen a la extrema izquierda que no vaciló en zurcir a balazos o someter a la vil tortura del secuestro a periodistas que fueron parte importante de algunos de los medios de comunicación que ahora adornan la gestión de esos funcionarios mediocres. De ahí la relevancia de las declaraciones de la Fiscal General Thelma Aldana a CNN hace pocos días, en cuanto a que es necesario que el presidente Morales ejerza el liderazgo que le corresponde. Eso, según mi parecer, incluye prescindir de funcionarios que, como Solórzano Foppa y el colombiano Velásquez, han cometido delitos graves, además de haber sumido al país en una fuerte crisis económica.