Columnas

Del sarcasmo a la chabacanería la degradación de una sociedad

Cuando hace más de un siglo los estudiantes de medicina y derecho, únicas facultades que existían en la Universidad de Guatemala -creada por el Decreto 140 de 1875- salieron a la calle para reirse del conservadurismo moral y político dominante en aquella época, pusieron en juego todo su ingenio y creatividad para expresarse. No eran una generación politizada, en los términos que ahora se podría entender la participación política. Eran jóvenes de clase media, en su mayoría estudiantes de tiempo completo, interesados en ponerse en sintonía y hasta criticar el modernismo que en todas las manifestaciones estéticas imperaba. Influidos por el positivismo querían, sobre todo, romper las ataduras que el conservadurismo religioso le imponía a la producción de conocimiento y a las ciencias en general. No querían alcanzar el poder, simplemente querían reirse del poder político y religioso.

Pero eran una generación informada y actualizada en los debates intelectuales y estéticos de su época. La labor docente de, entre otros, buen número de patriotas cubanos exilados por luchar por la independencia de su país había dado fuerza al pensamiento liberal de estas generaciones de universitarios. En número reducido, la socialización de sus inquietudes intelectuales era favorecida por su permanencia cotidiana en las aulas universitarias.

Cien años después mucho de ello ha cambiado. Los universitarios, en las instituciones públicas y privadas, son en su mayoría trabajadores que tratan de obtener un diploma universitario con la ilusión de mejorar sus ingresos, con escaso interés y condiciones para involucrarse de manera activa en la producción de conocimiento y obras estéticas. Sin docentes que en nivel medio les estimulara el interés por conocer, innovar y crear, los jóvenes de ahora han perdido por completo la capacidad de reirse de sí mismos y de su entorno, cambiando la ironía y el sarcasmo por la más simple y vulgar chabacanería. La Huelga de Dolores en sus distintas actividades es el reflejo más claro de la degradación intelectual en que los guatemaltecos nos hemos sumido.

Que rufianes de la más baja calaña se dediquen a controlarla y usufructuarla sin mayor oposición de los distintos grupos de poder enquistados en la ahora Universidad de San Carlos, creada por el Decreto 12 de 1944, es evidencia clara de la degeneración cultural, política y social a la que hemos llegado en las últimas décadas. Una sociedad que valorara la ironía fina y el humor creativo no habría soportado que dentro del pequeño grupo de jóvenes que acceden a la formación universitaria los supuestos honorables se expresaran de manera tan violenta, procaz y grosera como lo hacen. La propia actividad universitaria se habría encargado de dejar fuera de sus espacios a este tipo de gente. Sin embargo, interesados simplemente en el control del poder institucional para satisfacer sus intereses particulares, las oligarquías administrativas que se han apropiado de la gestión universitaria no sólo han estimulado el desarrollo y enquistamiento de estos cafres si no, lo más lamentable, los han usado para alcanzar sus en nada académicos objetivos, formando juntos una misma hampa.

Autoridades universitarias y procaces y vulgares encapuchados son al final de cuentas un mismo grupo social, el que si permanece en el control de la institución desde hace más de dos décadas es porque las corporaciones profesionales y las clases medias en general se sienten cómodas y hasta beneficiadas con tales comportamientos. Los últimos acontecimientos nos demuestran que los estudiantes y docentes que quieren retomar el carácter irónico y sarcastico de la Huelga de dolores son los menos. La inmensa mayoría de la masa estudiantil, formada por docentes y profesionales que felices han convivido con tales comportamientos, son ahora parte activa de esta sociedad violenta, soez y machista en la que nos hemos convertido.

A estas alturas de nuestra degradación social, cuando la universidad ha llegado a ser una institución irreformable, la fiesta bufa estudiantil resulta no solo reflejo de esa depravación institucional si no la muestra de nuestra incapacidad colectiva por construir una sociedad creativa y alegre porque sería incluyente y equitativa.