Columnas

Justicia y dignidad humana

Las dos grandes corrientes del pensamiento político que dieron origen a la construcción del Estado moderno, se define una como el uso de la coacción para el logro del respeto y orden de la sociedad y la segunda a partir de un contrato social de mutuo consentimiento. En todo caso, se requirió de una legislación compuesta por un cuerpo de leyes que le daban certeza a la ciudadanía.

Esta reducida explicación nos sirve de marco para analizar a nuestra sociedad, en lo que se refiere  a revalorar la confianza  como elemento vital de la concordia social en un mundo “desbocado” y ante  una crisis de valores en donde prevalece  la desconfianza.  Ahí, unas de las razones para que el debate en torno a la Reforma de Justicia en Guatemala, que lleva a cabo el Congreso de la República, pueda ilustrarse con las palabras de Platón, quien afirmó: “…Nosotros, en fin de cuentas, no fundamos nuestra ciudad con vistas a la felicidad de una sola clase, sino para que lo sean todos los ciudadanos sin distinción alguna. Consideramos que en una ciudad así formada se encontrará la justicia mucho mejor que en cualquier otra y que en una ciudad peor constituida dominará por doquier la injusticia, con lo cual venimos a parar a lo que hace tiempo nos proponíamos.

Ahora, pues, y no para que disfruten de la felicidad unos cuantos ciudadanos, sino para que la posean todos en general…”. “La justicia constituye, señala Carlos Molina, el requisito primero de una coexistencia pacífica y consentida; es, así, la virtud política por excelencia”. Lo que significa que en una sociedad multicultural, deben prevalecer los significados de esta realidad.

Significa que la aspiración ciudadana consiste en alcanzar un régimen social con  las virtudes de respeto y satisfacción; tolerancia a la diversidad cultural e intolerancia  a los antivalores como  corrupción,  cobardía e ignorancia. Todo esto, está  presente en los principios  éticos   de esta reforma de  justica. Me parece que hay un intento de lograr la armonía de nuestra sociedad  en donde  la coercitividad no sea el camino, sino  el  sentido de  dignidad humana.

Porque cada uno de nosotros queremos vivir en un lugar en el cual la dinámica social adquiera un sentido apacible. “Ningún sistema institucional sobrevive sin ser sostenido, dice Hanna Arendt, por una voluntad de vivir juntos”. Legislar es una cuestión central encaminada a fortalecer la institucionalidad del Estado. Sin embargo,  el aumento de leyes, advierte Adela Cortina, “no corresponde a mostrar la construcción de una sociedad verdaderamente humana. Ciertamente el derecho es inevitable en un mundo que cobija la desconfianza mutua, pero,  una sociedad juridificada no es una sociedad deseable, y no sólo porque hecha la ley hecha la trampa, sino porque unas relaciones entre personas presididas por el recurso, la impugnación, la instancia y la sentencia condenatoria; unas relaciones en las que debe dirimir un tercero, por más señas, falible, no son relaciones verdaderamente humanas”.

Se requiere  la reanimación para construir juntos una mejor sociedad. Los ciudadanos,   debemos recuperar la confianza. Sin la inteligente buena voluntad de entendernos, mal vamos a construir una justicia.