Reciclaje político
El informe del financiamiento a los partidos políticos presentado por la Comisión Internacional contra la Impunidad (Cicig), en 2015, demostró la perversidad del régimen electoral, cuyas condiciones siguen siendo las mismas, creando incertidumbre sobre las elecciones del 2019. Es cierto que unos partidos han desaparecido formalmente, pero sus dirigentes, diputados y alcaldes, solo se han reciclado y siguen estando en el centro de las decisiones políticas. Un relevo tampoco es fácil, debido, entre otros factores, a lo restrictivo que es el proceso de formación de nuevos partidos.
Unos partidos políticos desaparecen pero no surgen nuevos. Los que aún sobreviven como cadáveres, se preparan para su reciclaje, cambio de nombre y símbolo. El escenario es frustrante. En Guatemala legalizar un partido es casi imposible. Si fuera suficiente con el trámite que se realiza hasta la constitución de los comités pro-formación se abriría un abanico de posibilidades para refrescar la política, pero esta es apenas la etapa inicial de un largo proceso de organización de filiales y recolección de miles de firmas en todo el país, proceso que puede durar dos años, si es que se logra el objetivo. Ese es el plazo que dispone la ley. Y aquí comienza la mercantilización de la política, ya que este proceso implica inversiones que ningún grupo de dirigentes puede sufragar, salvo recurriendo a financistas. La política tendría que abrirse.
“Se dirá que la gente decide. Pues no. Sucede que no tiene opción. El clientelismo se impone”.
No puede ser más un espacio establecido para financistas y patronos, dueños de los partidos políticos, que después colocan a dedo a los candidatos, sin importarles programa, ideología, militancia ni trayectoria de nadie a lo interno de las organizaciones políticas. Esta discrecionalidad volvió un expediente común la venta de casillas al mejor postor, dando como resultado que los cargos solo sirvan para el pago de facturas de campaña y el enriquecimiento ilícito. La política se convirtió en un negocio rentable. El producto de ese sistema es un Estado mediocre, fracasado, corrupto, que no sirve al bien común sino al interés privado.
No se puede esperar que el actual Congreso de la República, en vía de depuración, redacte una ley democrática de partidos políticos. Las reformas son timoratas. Validaron el reeleccionismo, una lacra causante de la arterioesclerosis en el Estado. Es tan cuestionada la reelección ilimitada que los Acuerdos de Paz recomendaron, hace 20 años, que para favorecer la renovación y el surgimiento de nuevos liderazgos, la reelección se limitara a una segunda vez. La Constitución establece la reelección, pero no la regula, como debería hacerlo la Ley Electoral. Reeleccionismo y transfuguismo son una lacra del sistema.
Se dirá que la gente decide. Pues no. Sucede que no tiene opción.El clientelismo se impone. Las condiciones en que participa la oposición son de una total desventaja. Por otra parte, de no cambiar el sistema de listados al voto nominal, seguiremos votando a ciegas. El sistema de listado permite votar, pero no elegir.