Columnas

Nos equivocamos

Nos equivocamos en el diagnóstico. El problema de la violencia en Guatemala, el gravísimo problema de la violencia no está relacionado con el problema del narcotráfico (o el crimen organizado)  sino con la violencia homicida generada por las pandillas.   A primera vista pareciera que no es una conclusión demasiado profunda, pero en términos de la política pública de seguridad el énfasis discursivo y de acciones mediáticas se ha enfocado hacia el tema narcotráfico hasta recientemente.  Menos de una década atrás, la prospectiva de seguridad en Guatemala tenía ´entre ceja y ceja´ la mexicanización del narcotráfico en el país.  Claro, era la época cuando los Zetas entraron al entorno mediático: lo que sucedió en Cobán, lo que sucedió en Petén fueron actos de violencia mediática sin precedentes en la Guatemala del post-conflicto.   En el año 2010, tres cabezas humanas fueron hallada en Ciudad de Guatemala con mensajes de advertencia a las autoridades, todo en apariencia como  respuesta a una campaña para evitar que los líderes de pandillas operen en prisión amparados por la corrupción de agentes penitenciarios. Una cabeza fue dejada frente a la sede del Congreso. Otra cabeza fue dejada en un paso peatonal cercano a un centro comercial.   Inmediatamente, toda la atención mediática se centró en los Zetas. ´Los Zetas están retando al Estado de Guatemala´.

Y el problema de las pandillas creció desatendido para luego mostrarnos las situaciones que han recientemente acontecido.  Lo último, el video que expone al director del sistema penitenciario guatemalteco dialogando (aceptando la concesión de privilegios) con 5 líderes de la pandilla Barrio 18.  El narcotráfico es en efecto un problema grave. Pero los procesos que desarrolla esta tipología de crimen organizado muy extrañamente alteran la estabilidad de un Estado en razón que, el narcotráfico desarrolla pactos corporativos.  El efecto serio, real, no se mide en términos de muertes sino de la corrupción que corroe las instituciones públicas.   Pero las pandillas no.

La volatilidad que caracteriza a las pandillas frente al narcotráfico ha quedado claramente explicado en el estudio publicado por Insight Crime titulado  Homicides in Guatemala: The Challenge and Lessons of Disaggregating Gang-Related and Drug Trafficking-Related Murders. El estudio se puede acceder 

En esencia, el citado estudio es una comparación muy interesante de dos contextos geográficos guatemaltecos distintos (Chiquimula y la zona 18) pero amarrados por una similitud: su alta tasa de violencia homicida. El estudio desglosa los tipos de violencia y a quien fundamentalmente se atribuyen de acuerdo a las investigaciones oficiales.  En lo que respecta a la zona 18, una de las zonas con altísima matemática de violencia homicida, son las pandillas, y no el narcotráfico (ni el narco-menudeo) el generador de prácticamente la mayor violencia homicida en dicha zona.  Se dice fácil lo anterior, pero corroborarlo con datos en un estudio independiente no lo es.  Se dice fácil, pero es más claro comprenderlo hoy a la luz de todos los hechos violentos generados por las pandillas que si esto se hubiese dicho en años anteriores.

Aunque se pueda argumentar que en su momento el PP centró su tema de seguridad durante la campaña en la temática de las pandillas, hay que reconocer que asignar destacamentos militares dentro de zonas rojas es una medida disuasiva.  Nadie ha querido entrarle con la seriedad del caso al control carcelario que estas estructuras mantienen. Con lo cual, queda claro que por mucho que el tema sea serio crítico,  sigue convenientemente sin importar.

David Martínez-Amador

Becario Fulbright del Departamento de Estado Norteamericano. Politólogo, UMASS-Amherst. Investigador Social en las áreas de Consolidación Democrática, Crimen Organizado Transnacional, e impacto del crimen transnacional en la gobernabilidad democrática. Miembro de la Red de Investigadores Latinoamericanos por la Paz y la Democracia ÍNSUMIISOS´ con sede en Ciudad de México. Profesor universitario y consultor. Ha trabajado en Centroamérica, México, Estados Unidos y Canadá.