Columnas

No contundente al trabajo infantile

Que las niñas y niños deban trabajar para sobrevivir no solo es una tragedia, es además un crimen que debería ser una de las peores vergüenzas nacionales. La semana pasada el Cacif organizó el IV Congreso Laboral, en el cual la Fedepricap y el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, suscribieron la Declaratoria Regional para la Prevención del Trabajo Infantil. En general, una acción para aplaudir y reconocer.

Sin embargo, pese a su carácter general positivo, esta acción del sector privado guatemalteco abre un espacio amplio para la crítica. Primero, se trata de una acción demasiado tardía, y quizá tiene lugar hoy más por presiones asociadas a lograr las tan ansiadas certificaciones internacionales para los productos de exportación, que por un compromiso legítimo y honesto por renunciar a lucrar de la explotación laboral de la niñez. Además, es de lamentar que la citada haya sido una Declaración Regional para la Prevención del Trabajo Infantil, y no para su erradicación. Detalle que denota falta de compromiso por parte del Cacif y la Fedepricap, y una pifia inmensa por parte del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil.

Así, cabe preguntar, ¿cuál es el compromiso, prevenir o erradicar? Y es que el problema no es menor. Según Unicef, Guatemala es el país centroamericano en el que más niñas, niños y adolescentes trabajan. Las últimas estadísticas muestran que alrededor de 507 mil niñas y niños guatemaltecos de 7 a 14 años trabajan. De este grupo de niños y niñas, un 12% trabaja y estudia; un 8% solo trabaja; un 62% estudia y un 18% no realiza ninguna actividad. Estos últimos entran en el grupo de la niñez en riesgo, ya que la mayoría de las veces se desconoce qué están haciendo. Tomando en cuenta lo vergonzosas que son las cifras de trabajo infantil de Guatemala, una declaración solo para la prevención y no para la erradicación raya en placebo mediático, cuando lo que toca es un verdadero mea culpa de los empresarios, principalmente cafetaleros y azucareros que han lucrado y se han enriquecido explotando niños y niñas.

Estas formas tan ingenuas de querer darse baños de pureza, en vez de ayudarles, en realidad terminan perjudicándoles, minando sus ya deterioradas credibilidad y legitimidad. Los empresarios guatemaltecos deben saber, pero quizá más importante, deben sentir la presión social para que corrijan estos crímenes históricos, y así ganar gradualmente legitimidad.

Quienes hayan y están explotando niños y niñas para enriquecerse, sean cafetaleros, azucareros, fabricantes de juegos pirotécnicos, contratistas de obra pública (con los denominados niños pica piedra), etcétera., deben ser capturados y juzgados por cometer un crimen deleznable. Y a los empresarios honestos que quieren corregir este camino errado, que me consta que los hay y no son pocos, de acuerdo, esta declaración puede ser un muy buen primer paso. Pero está lejos de ser suficiente, ya que deben reiterar su valentía aceptando que estos crímenes se han cometido y seguramente continúan cometiéndose, por lo que deben facilitar su persecución penal. Luego, declarar su compromiso por erradicar, no solo prevenir el trabajo infantil, implementando una política de cero tolerancia y demostrándola denunciando penalmente a aquellos que todavía osaran explotar laboralmente a niños y niñas.

Estas sí que serían demostraciones alentadoras de una renovación seria, real y efectiva dentro del empresariado guatemalteco. Un no contundente al trabajo infantil va de la mano con empresarios valientes y honorables. ¿Se animan?