Columnas

El sueño de invadir de música las escuelas

La vida no deja de depararnos gratas sorpresas. Recientemente me encontré a uno de los músicos y directores de orquesta más connotados de nuestro querido país, Igor Sarmientos. Lo conocí como uno de mis estudiantes en el curso de Teoría Crítica en la maestría de filosofía. La inquietud de Igor por las preguntas existenciales y el deseo de comprender el mundo en sus múltiples manifestaciones y expresiones partía desde su experiencia con la música y de sus estudios en antropología y arqueología. Ya en ese entonces había obtenido su maestría en violonchelo y dirección de orquesta en la Universidad del Norte de Texas.

La intensidad y pasión que le caracterizan en la música y que le han llevado a dirigir orquestas en diversos países en la mayoría de continentes era igualmente su característica en los estudios de filosofía. En realidad, Igor es ese atrevido intento de la modernidad más reciente de reunir las esferas de la sensibilidad, la racionalidad y la eticidad.

Entre la experiencia de estudiante de filosofía y este encuentro participamos conjuntamente en una reunión entre un grupo de intelectuales, escritores y cineastas que intentamos hacer un balance de la producción que ha tenido el país en el campo del arte, la filosofía y la literatura durante el presente siglo. Igor nos conversaba acerca de la música habiéndose graduado ya de su doctorado en Dirección Orquestal con énfasis en Etnomusicología.

En el encuentro actual, además de comentarme acerca de su actividad de profesor a cargo de los cursos de Dirección de Orquesta, Antropología e Historia de la música en la Universidad de George Mason en Fairfax, Estado de Virginia de los Estados Unidos, así como de sus preocupaciones y escritos musicales desde una perspectiva multidisciplinaria incluyendo la filosofía y la sociología, conversamos sobre la importancia que tiene la música en la formación de la niñez. De hecho, la música, el arte, la literatura, la filosofía y el desarrollo corporal constituyen la esencia para humanizar a los individuos, sin la cual la experiencia educativa es peligrosamente incompleta. Formar exclusivamente para llegar a los parámetros que se exige en el mundo laboral en áreas como las matemáticas y lectura es necesario pero no suficiente si deseamos una educación de calidad y de cara a la configuración de un ser humano capaz de crear y construir una sociedad viable.

 En palabras de Igor, “la educación musical y su creación trasciende el ámbito de la música, por el contrario es la afirmación de la expresión humana y política.” Aún más, indica que “incorporar la música a las escuelas se convierte en un esfuerzo humanizador, el cual se hace obligado al reconocerse como parte de la formación socio-cultural de una nación.” En este sentido, la necesidad de inundar de música las escuelas en su expresión de orquestas escolares significaría la oportunidad de autocreación y reinvención constante a partir de la diversidad cultural y musical. Hicimos un recuento breve de las experiencias pasadas, su propuesta en el 2006 de las orquestas escolares y departamentales, sus ideas originales, desviaciones, otros programas, diferentes aproximaciones y lecciones aprendidas.

El entusiasmo de Igor y su experiencia con orquestas en escuelas primarias en los Estados Unidos ofrecen una gran oportunidad si damos en este país el espacio y el financiamiento a personas como él, para que las escuelas públicas guatemaltecas gocen de una formación musical y un desarrollo integral.