Los estudiantes de comercio
La muerte de su compañera, Brenda Domínguez, solo fue una campana trágica que llamó la atención sobre los esfuerzos de auténtica cultura ciudadana que las y los estudiantes de la Escuela de Ciencias Comerciales vienen realizando desde hace casi un año. No debió ocurrir esa muerte significa que no debió darse una manifestación como acción desesperada ante los “oí- dos sordos” y la falta de respuestas que las y los estudiantes tuvieron que soportar.
El derecho a la educación pública de calidad sigue siendo negado, de manera casi cínica por el Estado de Guatemala, invadido y asediado por los poderes económicos que creen que lo único que nos salva es la privatización no solo de unos aspectos, sino de la vida completa de la sociedad.
Tuvieron reuniones con la dirección de su establecimiento, con la directora departamental, hasta atendieron medios de comunicación, dentro de las instalaciones. Sus peticiones giraban alrededor de falta de docentes y de carencia de insumos, así como de dificultades con la infraestructura del lugar y el cambio de director.Peticiones básicas que, tristemente, tienen que estar haciendo los y las estudiantes de los establecimientos públicos de nuestro país. Y cuando llegan a la desesperación, toman medidas como las de ese fatal 26 de abril, en la que un hombre, convertido en salvaje, quita la vida a Brenda.
A su salvajismo se sumó, ¡puf!, el salvajismo de quienes en redes sociales justificaron y apoyaron su acción, al grado de convertirlo en héroe. Así, ¿cómo pueden resolverse los problemas educativos del país? No existen respuestas prontas, algo entendible, en determinadas circunstancias, por la carencia de recursos financieros. Pero en otras circunstancias no es por falta de recursos, sino por ignorancia institucional para resolver los problemas, o por simple negligencia.
Sin embargo, más allá de los resultados, también hay que tomar en cuenta los procesos que involucran movilización y demanda de jóvenes estudiantes del país. Se trata también de ponerle atención a la neligencia, deficiencia y carencia de actitudes para escuchar, para dialogar, para ir encontrando salidas a las cosas. No se debe poner el dedo solo en la incapacidad para dar respuestas, sino en la incapacidad terrible para escuchar, para gestionar crisis, para respetar a quienes protestan. Y eso es más grave cuando se tiene enfrente a jóvenes estudiantes que merecen el mejor y más respetuoso de los tratos.
Allí está la vida de nuestra sociedad, allí está la cultura ciudadana y política. La culpa, el miedo, las amenazas son ahora constantes en la vida de los dirigentes de estos estudiantes. ¡Cosa tan injusta!, porque en su aprendizaje ciudadano y político, demandaron calidad para su educación. ¿No es eso lo mismo que demandan a los colegios quienes pagan altas cuotas? ¿Por qué los oídos sordos y la negligencia no son vistas como delitos graves como sí se ve a la actitud de protesta? En las últimas semanas, a la negligencia y el salvajismo, se suma el abusivo y violento comportamiento de automovilistas que amedrentan a las y los estudiantes que, uniformados, circulan por las calles aledañas a la Escuela de Comercio, en la zona 7.
Cuando cruzan calles, algunos aceleran los vehículos en actitud amenazante que contribuye al miedo que ya viven estos estudiantes. ¡Por favor!, las y los estudiantes de establecimientos públicos merecen el mayor de los respetos. En sus protestas existe esa dignidad que como quisiéramos tener toda la sociedad en pleno.