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Tapar el sol con un dedo

El gobierno dispuso airear a medias y con demagogia la elaboración de su propuesta de gastos. Al nuevo engendro le llaman Presupuesto Abierto, que no es más que la presentación del resumen de las demandas ministeriales ante una pequeña platea de invitados. Nada de ir al detalle, mucho menos especificar el porqué y para cuándo de las acciones con que se justifican los incrementos. Al Ministerio de Educación le tocó su día, y con gran despliegue tecnológico se hizo la “humilde” solicitud de 2 mil 900 millones de quetzales más sobre lo que supuestamente se ejecutará este año.

El incremento representa 21.2% de lo asignado para 2017, es decir, apenas una quinta parte más para tratar de paliar los inmensos déficits históricos en escolaridad que nuestra sociedad padece. Guatemala, siendo uno de los 10 países latinoamericanos con más alto Producto Interno Bruto, es de los que menos proporción del mismo dedica a educación en la región. La alta concentración de riqueza provoca que la escolaridad sea entendida como un lujo y no como un derecho, obligando a los responsables del sector público a hacer malabarismos para poder cubrir, al menos, algunas de las tantas necesidades.

Ilustración GuilleEn los últimos 70 años los ministros de educación se han contentado con pedir lo mínimo, haciéndonos creer que eso es lo máximo. Si en un período la excusa fue el sobredimensionado conflicto armado, en el siguiente fue la reducción del Estado en aras del sacrosanto mercado. A la reducción del gasto en educación para incrementar el de la represión y las masacres, le siguió el ajuste estructural que permitió menos carga impositiva y más ganancias para unos pocos. Así, la satisfacción del derecho a la educación ha vagado entre falsas promesas y limitaciones autoimpuestas.

Según los datos del Mineduc, durante 2017 el Estado de Guatemala gastará en un niño de preprimaria Q4,300 al año, por uno de primaria erogará apenas Q4,524 y para uno de básico Q3,053, muchísimo menos que las mensualidades de infinidad de colegios. El Mineduc se compromete a ampliar la cobertura, pero parte del equivocado supuesto que gastará por niño el costo promedio actual. No toma en consideración que en los lugares donde hay mayor número de niños sin ser atendidos el costo será más alto, tal y como lo evidencia el diagnóstico que les elaboró una empresa consultora financiada por USAID.

Si en el departamento de Guatemala se gasta en primaria un poco menos de Q5,000 al año por niño, en los de Quiché, Huehuetenango, Alta Verapaz o Chiquimula el costo sobrepasa Q15,000, y es allí donde se necesita ampliar la cobertura. Siguiendo el razonamiento del Mineduc, hay, además, un error significativo en el cálculo del costo de la meta de ampliación de la cobertura en preprimaria, ya que los Q 52.7 millones del incremento solicitado apenas alcanzarían para atender a 12,256 estudiantes, y no los 30,577 esperados, tomando en cuenta que se supone un costo de Q4,300 por niño. Para atender el total estimado, el Mineduc necesitaría Q131.5 millones, más del doble de lo que está solicitando extra para ese rubro.

Lamentablemente la estimación presupuestaria continua haciéndose en escritorios, al margen de la realidad, simplemente llenando formularios para, si se llegan a tener esos recursos, salir a gastarlos a tontas y locas para complacer a diputados y alcaldes del partido oficial. Resulta evidente que las metas se han propuesto al aire, de manera genérica, y no partiendo de casos y situaciones concretas. A estas alturas del ciclo escolar las autoridades parecen no saber a ciencia cierta dónde y cómo realizarán las acciones para conseguir efectivamente la ampliación de cobertura, todo ello porque el supuesto censo de necesidades no pasó de un ejercicio exploratorio sin mayor utilidad para orientar la política educativa.

Es por ello que, sin mayor justificación ni detalle, se presupuestaron Q11.7 millones extras para la “sensibilización de padres de familia”, sin que se tenga claro cómo esta se llevará a cabo. Todo parece indicar que el Mineduc y USAID tienen muy buenas intenciones, grandes planes, pero escasa seriedad y compromiso con el logro efectivo de las metas propuestas. Evidentemente se trata de un presupuesto abierto, ya que tiene agujeros por todos lados.