Columnas

Lula al poder

En Brasil, ayer domingo 4 de junio, el Partido de los Trabajadores clausuró su sexto congreso, en un marco de unidad, eligiendo a la senadora Gleisi Hoffmann para dirigir al PT, y catapultando a Lula da Silva al poder, en el marco de una inesperada coyuntura, en la que la derecha es la gran perdedora. Contra el pronóstico de analistas y medios conservadores, las elecciones internas del PT se llevaron a cabo sin sobresaltos y ni rupturas, permitiendo que el mayor partido de izquierda del continente se perfile como un formidable factor de poder, que podría salir triunfador en las elecciones del año entrante, cambiando la correlación de fuerzas en Latinoamérica.

Durante sus tres peíodos y medio de gobierno, el PT cambió las estructuras económica, política y social de Brasil, superando un modo de producción cuasi feudal en el campo, por un capitalismo más incluyente, con enormes beneficios sociales, creando 5.4 millones de puestos de trabajo, e incrementó en 60% el salario mínimo, lo que amplió exponencialmente las capas medias y sacó a 50 millones de brasileños de la pobreza, ubicando al país continente como la octava economía del mundo, con crecimientos anuales de hasta 7.5%.

Al frente de esta gesta transformadora ha estado Luiz Inácio Lula da Silva, un obrero metalúrgico que, por sus obras, se irguió como un estadista de rango internacional, a pesar de que solamente pudo estudiar secundaria, pero durante sus 8 años de gobierno constituyó 14 universidades públicas federales, y 214 escuelas técnicas, superando las 140 inauguradas en los 100 años de gobiernos anteriores.

Una serie de errores políticos y, principalmente, la gran crisis económica internacional, debilitaron al cuarto período de gobierno del PT, encabezado por Dilma Russef, quien fue defenestrada mediante un juicio político del senado, sin que se le hayan probado los cargos de manipulación de cifras presupuestales, en el marco de una avalancha de acusaciones de corrupción contra todos los partidos políticos de Brasil, lo cual ha generado una enorme crisis política e institucional.

Russef fue sustituida por Michel Temer, su vicepresidente, quien ha sumido a Brasil en su peor crisis económica, y ahora está siendo procesado por cinco cargos de corrupción, por lo que ha perdido el apoyo de 66 diputados, de cuatro de los seis partidos que le apoyan, siendo inminente su renuncia, bajo una creciente presión ciudadana, que demanda ¡Fora Temer! Si Temer se sostiene precariamente en el gobierno, es por el apoyo de la derecha golpista que esta acorralada, pues el 90.6% de los ciudadanos demandan una reforma constitucional para que haya elecciones directas, si el gobernante impuesto renuncia, ya que faltan tres años del período presidencial.

El PT ya presentó la solicitud de enmienda constitucional, y la Comisión parlamentaria la aprobó; falta que el senado la vote. Las encuestas publicadas en abril pasado le daban a Lula el doble de votos que a su más cercano competidor, lo cual tiene aterrados a sus adversarios, máxime que la crisis política por la corrupción prácticamente acabó con el PMDB de Temer y el PSDB de Fernando Henrique Cardoso y Aécio Neves, mientras el PT se ha fortalecido.

El sistema político ha iniciado una persecución legal contra Lula, para impedir que sea electo presidente nuevamente, pero no tienen pruebas ni el tiempo para condenarlo antes de las elecciones de 2018. Así que Lula da Silva irá por el gobierno o se hará de un poder político opositor que determinará la gobernabilidad de Brasil, incidiendo en todo el continente.