Columnas

La República Democrática Alemana

Muchos murieron tratando de alcanzar la otra Alemania, cuando se vieron atrapados después de la Segunda Guerra Mundial bajo el control de los soviéticos, quienes tuvieron que fortificar toda la frontera occidental de Alemania del Este y erigir un muro infame que partió Berlín en dos, para que los ciudadanos no huyeran hacia la libertad. Ese muro les sirvió a los comunistas por 40 años, como el estrecho de la Florida les ha servido por 58 años a los Castro para tratar de contener a los cubanos que buscan librarse de la opresión.

Ilustración GuillePero no es mi intención hacer una reseña histórica de la tragedia que los alemanes del Este vivieron a lo largo de cuatro décadas sometidos una dictadura dirigida desde Moscú, sino señalar el juego de peligrosa retórica que utilizan los marxistas a su conveniencia, y de manera muy hábil, vale decir.

La República Democrática Alemana no fue una república, y mucho menos fue democrática. Su sistema político no se rigió jamás por tres poderes independientes el uno del otro, y nunca tuvo las elecciones libres que caracterizan a un sistema democrático para escoger a sus autoridades. El país estuvo dirigido siempre, desde su nacimiento en 1949 hasta su disolución en 1990, por el Partido Socialista Unificado de Alemania, que ejecutaba las órdenes que recibía desde el Kremlin.

Por eso resulta enorme el cinismo de los marxistas, al utilizar los términos República y Democracia como si a lo largo de la historia ellos no han pisoteado la libertad que ambos representan. Ponga usted atención al discurso de la izquierda agrupada en organizaciones como el Movimiento Semilla y Somos, por ejemplo, y en los escritos de columnistas de izquierda, y verá que constantemente utilizan al sistema republicano y a la democracia como muletas, ante su falta de valor para mercadearse como marxistas, porque saben que los guatemaltecos somos un pueblo conservador, que conoce los excesos de los comunistas que nunca, a lo largo de casi 100 años, han respetado la libertad de un régimen democrático reflejado en una verdadera república.

“Por eso resulta enorme el cinismo de los marxistas, al utilizar los términos República y Democracia como si a lo largo de la historia ellos no han pisoteado la libertad que ambos representan”.

Personajes que por lo bajo aplauden el asesinato de un embajador de los Estados Unidos y otro de Alemania Federal, y que tratan de justificar el baño de sangre que duró cerca de 36 años, con el propósito de implantar en Guatemala un régimen marxista como el de la extinta República Democrática Alemana, destruyendo un sistema democrático y republicano, hoy se declaran fieros defensores de la democracia y hablan de la independencia de los poderes del Estado como si fuese su Santo Grial.

Posiblemente nuestro sistema tiene hoy más sombras que luces, y si bien es cierto que cientos de miles de guatemaltecos han abandonado su patria en busca de mejores oportunidades, ninguno de ellos lo ha hecho en busca de libertad, al contrario de los ciudadanos de países bajo regímenes socialistas, que han huido –y lo siguen haciendo- de la opresión de sus gobiernos.

 A consecuencia de la llegada de los Republicanos a la presidencia de los Estados Unidos, Guatemala se encuentra a la puerta de importantes y positivos cambios. El embajador Todd Robinson dejará nuestro país a finales de este mes, y la extrema izquierda a la que él otorgó un enorme poder ilegítimo quedará abandonada a su suerte.

Varios funcionarios públicos, principalmente en el organismo judicial, deberán pagar por sus abusos ante la ley que ellos mismos prostituyeron. Pero es obvio que entre las prioridades del gobierno de Donald Trump no se encuentra Guatemala, por lo que los cambios los debemos propiciar los Guatemaltecos. ¿República y democracia para Guatemala? Definitivamente sí, pero no como la de la República Democrática de Alemania.