Autoayuda
Creo entender que existe un público, por no decir un mercado, tanto para el optimismo como para el pesimismo. Ambas actitudes resultan excelentes herramientas para la charlatanería. El “optimista”, para comenzar, plantea que todo cuanto sucede tiene una tendencia favorable y que la vida consiste en ese fraudulento manejo de las emociones llamado “actitud positiva”.
Por lo regular llenan los bolsillos de elegantes gurús de la autoayuda que, con sus trajes caros y sus sonrisas enjuagadas, imparten costosas conferencias y venden como pan caliente sus recetarios para el éxito.
Curiosamente muchos políticos guatemaltecos han caído en sus redes, dando como resultado el país que ahora vemos. El “pesimista” está más jodido. Alguien le dijo desde chiquito que el ambiente es un excelente tónico para convertirse en un usurero de la felicidad de los demás. Se sienta a la orilla de todo y únicamente celebra cuando sus malas predicciones se vuelven realidad. Siente un placer casi sexual cada vez que alguien talentoso fracasa.
En Guatemala tiene una actitud en particular, siempre quiere irse de aquí, desgraciadamente nunca deja de robarnos el oxígeno. En realidad es alguien con una muy poco saludable autoestima, recubierta con una muy estudiada pose de crítico objetivo y dueño de una voz autorizada para discutir “ciertos temas”.
Curiosamente, las personas que mantienen de pie las cosas que valen la pena, parecieran no asumir ninguna de estas actitudes. Únicamente avanzan y nada los detiene. Hacen y no necesitan más estímulo que un poco de confianza de la gente a su alrededor. En lo que muchos van, ellos ya vienen de vuelta.