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Eliminemos los aranceles de importación

Escucho, sin asombro, que el Superintendente de la Administración Tributaria, Juan Francisco Solórzano Foppa, comentar que la corrupción en la aduana del Puerto Santo Tomás de Castilla es incontrolable y que están considerando cerrarla. Se ha quejado del personal del Puerto que no cumplen con los requisitos exigidos por ellos. No creo que pueda llegar a cerrar este puerto de Guatemala ya que es el más importante del país. Sin embargo, es interesante analizar a fondo la situación.

Las aduanas han sido fuente de corrupción por excelencia. Quienes administran las aduanas tienen el control de dejar entrar o no los contenedores de materias primas y otros productos que son demandados por los guatemaltecos. Dado nuestro engorroso y poco claro sistema de aranceles, un producto puede arbitrariamente pagar un arancel alto o no pagar ninguno.

Un amigo me decía que tuvo problemas para traer su maquinaria para su panadería ya que había una partida arancelaria para maquinaria de repostería y otra para maquinaria de pastelería. La diferencia entre ambas clasificaciones era un arancel, una pagaba cierto arancel mientras que la otra partida ninguna. Y al final de cuentas es maquinaria para fabricar pasteles.

Este es un pequeño ejemplo de las arbitrariedades que tiene nuestro sistema de aranceles. Y así hay muchos ejemplos. Dado que en Guatemala, los ingresos tributarios por los aranceles no son tan importantes, Q.2,322.9 millones en 2016 (4.29% del total de ingresos) y aunque no tengo el dato me imagino que el costo de recaudar esto es enorme y engorroso no sólo para el gobierno sino también para las empresas (incluyendo tiempos muertos de los contenedores en las aduanas y su respectivo costo financiero y deterioro de la mercadería), lo más adecuado sería eliminar de tajo los aranceles de importación, es decir los derechos arancelarios de todas las partidas y abrir el comercio exterior para que seamos un país más competitivo.

Al hacer esto, estamos logrando que los productos más importantes para los guatemaltecos, es decir, aquellos que están protegidos por aranceles, bajen de precio. Si no fueran tan importantes no tendrían arancel. Es una forma de incrementare sus ingresos en términos reales a todos los guatemaltecos. Además, esta competencia haría más eficientes a las empresas locales. Y un efecto adicional sería que las importaciones aumentarían por la baja del precio para el consumidor guatemalteco lo cual incrementaría la demandad de dólares presionando así hacia su depreciación en relación al dólar, cosa que pondría muy contentos a los exportadores y quienes han estado solicitando que el Banco de Guatemala intervenga frenando el tipo de cambio.

Pero aquí no se queda la cosa. Alguien preguntaría que pasa con el IVA. Pues no pasa nada. El IVA se puede seguir cobrando, pero en las declaraciones mensuales de cada empresa. Total, en vez de pagarlo de entradita en el puerto en la declaración mensual del siguiente mes. Sólo habría un cambio en el flujo de caja del gobierno de un mes.

Las ventajas es que no se necesitaría gente de aduanas en el puerto y esto redundará en la eliminación de la tan terrible e incontrolable corrupción que existe en los mismos. La planilla de la SDAT (Superintendencia de Administración Tributaria) disminuiría al cerrar esos puestos corruptos de trabajo. Los importadores ganarían al perder menos tiempo y reducir sus costos financieros en aduanas.

El guatemalteco sería el mayor ganador porque podrá tener acceso a productos baratos y más competencia en todo lo que demanda. Los exportadores también ganan porque el comercio exterior se hará más grande y verán en el tiempo un tipo de cambio más competitivo.