Columnas

Sin soberanía y sin dignidad

El derecho más importante de un pueblo es el de libre determinación, con base en cual define su sistema económico, político, social y cultural. Al ejercer ese derecho, aplica el más alto de todos los poderes, el poder soberano, que se define como aquél que no reconoce sobre si a ningún otro poder, el cual radica en el pueblo, quien libremente debe definir qué país somos y hacia dónde vamos.

En esta apretada síntesis se resumen los fundamentos de la democracia republicana, tutelada en nuestra Carta Magna, la cual es pisoteada diariamente por élites avorazadas, políticos corruptos y una población indiferente y alienada, que solamente se ocupa del yo y del ahora, sin alcanzar la calidad de ciudadanos, que velan por el nosotros y el mañana.

El asunto viene a cuento, porque en estos días han hecho crisis los paradigmas del libre comercio, la ayuda internacional y la soberanía territorial. Cuando Álvaro Colom promovió la ratificación del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica, República Dominicana y América del Norte (DR-CAFTA por sus siglas en inglés) el Ejecutivo y el Legislativo violaron el Artículo 173 de nuestra Constitución, el cual establece que “Las decisiones políticas de especial trascendencia deberán ser sometidas a procedimiento consultivo de todos los ciudadanos”.

Por ello hubo múltiples protestas en casi toda la República, mientras la Usac y la Conferencia Episcopal demandaron el referéndum, el cual nunca se realizó, y el Tratado fue ratificado gracias a los votos de la UNE, que cambió su postura en último momento y hoy es un partido a punto de desaparecer. Para colmo, el DR-CAFTA tiene una cláusula en la que los países firmantes se comprometen a no emitir ninguna norma que contradiga el Tratado. Es decir, renunciaron a su derecho soberano a legislar con libertad, y subordinaron la libre determinación al vulgar comercio.

Doce años después, Donald Trump, el presidente del país que impuso el TLC, anunció que lo denunciará y renegociará, para hacer prevalecer ¡el interés particular de Estados Unidos! Es decir, dos décadas después de que los gobernantes de Guatemala se arrastraron y humillaron para “subirse al tren del desarrollo”, reciben una cachetada por actuar sin dignidad. Igual suerte corrió el gobierno de Guatemala en la última reunión sobre el Plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, a la que Trump ni siquiera asistió, donde los obsecuentes presidentes centroamericanos fueron informados que habrá menos fondos y para colmo, el factor de desarrollo quedó totalmente subordinado al de la seguridad.

Es decir, habrá fondos para reprimir, pero no para prosperar. Así, el gobierno renuncia al derecho al desarrollo libremente determinado, para convertirnos en gendarmes de una potencia que ordena reprimir a los migrantes ¡que sostienen nuestra economía! Nunca se vio absurdo más grande. Para colmo y confirmando la total sumisión de este gobierno, el ministro de la Defensa Nacional ¡qué paradoja! recién anunció que el Comando Sur de los Estados Unidos instalará una base militar en el Comando Aéreo del Sur, en Retalhuleu, desde donde despegaban los aviones de los militares y mercenarios que intentaron invadir Cuba, en abril de 1961, saliendo derrotados en Playa Girón.

Resulta pues, que 11 lustros más tarde, los marines volverán a Guatemala para garantizar que los mandatos en materia económica, política y de seguridad sean cumplidos al pie de la letra, por un gobierno que sin tapujos ha entregado nuestra soberanía y nuestra dignidad. ¿Nos vamos a dejar?