Columnas

Población y riqueza

Según datos ofrecidos por The New York Times (abril 2017), sin niños ni jóvenes peligra el bienestar en el centro-sur europeo. Los demógrafos han advertido que la baja natalidad en los países europeos de la ribera del Mediterráneo puede originar un gran problema económico. Porque en varios de esos países las parejas ante de alto desempleo, trabajos precarios y estrecheces económicas, han decidido tener un solo hijo o no tener ninguno.

Señala que de hecho es probable que una quinta parte de las mujeres griegas, italianas y españolas no tengan descendencia.  Y según el informe mencionado, la natalidad en la región meridional ha retrocedido tras la crisis y con ello la economía.

Aunque algunos siguen repitiendo viejos prejuicios, como que la humanidad estuvo en gran peligro por la gran expansión demográfica del siglo XX, la realidad es que las personas son nuestro principal recurso, y que realmente el peligro es el envejecimiento y descenso de la población. Porque señalar límites a la población es ignorar la capacidad innovadora del hombre y su poder para adaptarse a situaciones y desafíos nuevos: es una torpeza social y económica.

Y la realidad señala que entre los países pobres hay algunos de rápido crecimiento demográfico y otros casi despoblados; pero que el descenso de población no ha sacado de pobre a ningún país. El desarrollo depende básicamente de políticas económicas acertadas, la población es sólo un factor más. Incluso el crecimiento demográfico rápido exige un esfuerzo importante en educación, salud, vivienda, por ello muchos economistas defienden que puede estimular el progreso técnico y económico.

Estudios sobre el siglo recién pasado (Población: tendencias del siglo XX, Nicholas Eberstadt) documentan que  “la población mundial se incrementó tremendamente entre 1900 y 1990, y continúa creciendo. Sin embargo, esta explosión demográfica no empobreció a la humanidad. Por el contrario ha coincidido con una explosión de las condiciones de salud y productividad en todo el mundo. En el presente, el promedio de la población mundial vive más, come mejor, produce más y consume más que en cualquier otra época.”

La realidad es que, según concluye el comentario citado, las personas no son una carga. Son nuestro mejor activo, la fuente de aquello de lo que depende el progreso humano: ambición, intuición, perseverancia, ingenio, imaginación, liderazgo, amor. Con menos personas habría ciertamente  menos bocas que alimentar,  pero también menos emprendedores para solucionar problemas. Lo que nos debe preocupar no es un aumento de población sino su descenso pues, en toda la historia, nunca hemos tenido prosperidad económica acompañada por despoblación.

Por otra parte, el querer disminuir la población fácilmente conduce a tener miedo al compromiso, al matrimonio, a los hijos; sus promotores hacen un mal servicio a todos, porque prescinden de la dignidad de la persona y dañan a la familia, condiciones esenciales para resolver los problemas de la humanidad y vivir en paz.