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¿Cree usted en los ovnis?

Esta es la pregunta que frecuentemente me hacen cuando doy charlas en colegios, o cuando he tenido oportunidad de hablar en medios masivos como radio o televisión, los cuales llegan a mucha gente. Mi respuesta ha sido que no se trata de creer o no creer, porque creer está bien para la religión, pero el tema de los ovnis es distinto.  Su existencia debe ser comprobada con evidencias sustanciales si queremos que sea aceptado por la ciencia y eso es lo que no se ha podido hacer.

Las fotografías y los videos han dejado de utilizarse como pruebas porque hay muchos que son falsos, trucados o insuficientes para determinar la naturaleza del objeto captado. Los testimonios de testigos son buenos, pero son sólo palabras, y sin el ánimo de ofender, se necesita acompañarlas de pruebas sólidas.

¿Por qué? Porque el ser humano puede equivocarse debido a que sus sentidos a veces lo engañan.  Un ejemplo es el que que vemos todos los días. El sol se levanta por el oriente y se oculta por el occidente.  Nuestros sentidos indican que el Sol se mueve, pero la realidad es que el Sol está quieto y la Tierra es la que está girando sobre su eje.  Este es un ejemplo del engaño de los sentidos.

Pero déjeme contarle que al principio yo era tan o más fanático que usted por los ovnis.  Empecé a los 13 años, cuando un compañero de clase me prestó un libro llamado “El Gran Enigma de los Platillos Volantes”, de Antonio Ribera. Quedé fascinado.  Tanto así, que le hablaba de ovnis a mis amigos, a mis primos, a los profesores y hasta llegué a ser conocido como un fanático. Pero esa misma fascinación me llevó a discutir el tema con personas que pensaban distinto, profesionales que usaban el método científico para investigar y aprendí cosas tan sencillas como que “OVNI” son las siglas de “Objeto Volador No Identificado”, lo cual no necesariamente implica vehículos extraterrestres, puede ser un fenómeno natural o un objeto común visto en circunstancias poco usuales.

Sin embargo mucha gente asocia la palabra ovni con extraterrestres. La culpa es de los mismos autores de libros sobre este fenómeno, quienes usaron el término como un sinónimo de naves extraterrestres. Esto se ve en los títulos de sus obras,  ejemplo “Ovnis: S.O.S a la humanidad”, de J. J. Benítez; “Los OVNIS, ¿una amenaza para la Humanidad?”, de Salvador Freixedo y “El Escándalo Ovni”, de Ray Stanford. De allí que el público lo confunde.

Yo quería saber de dónde venían.  ¿Podrían venir de la Luna?  ¿De Marte? La Luna era una buena opción, porque los ET´s podrían establecer bases en el lado oculto sin que nos diéramos cuenta y desde allí venir a explorar la Tierra. Conseguí fotografías del lado oculto de la Luna, tomadas por las sondas espaciales soviéticas y norteamericanas, y no hay señales de ninguna estructura artificial.  Tampoco se han detectado transmisiones.

Entonces estudié Venus y Marte. Venus es un planeta infernal, donde llueve ácido sulfúrico, la temperatura es de 464 grados centígrados y la presión atmosférica es de 92 veces más pesada que la de la Tierra.  Aparentemente no hay nada vivo allí.

Marte también es un panorama desolador. La presión atmosférica es de 6 milibares (muy tenue) lo que hace que ningún líquido pueda existir allí, la falta de presión lo hace hervir. No puede haber animales porque su sangre herviría.  La atmósfera es tan tenue que la radiación ultravioleta penetra y mata cualquier cosa con vida.  Sin embargo, acepto que aún no se ha explorado todo el planeta y que hay posibilidades de encontrar vida en fosas subterráneas o en cuevas cerca de los polos. Mas no sería una vida capaz de manejar naves espaciales.

Júpiter y los demás planetas gaseosos no poseen un terreno sólido sobre el cual se pueda aterrizar.  Están descartados. Sus satélites sí son interesantes porque podrían albergar vida, mas no una vida tecnológicamente desarrollada.

Solo nos queda pensar que podrían venir de otras estrellas, de distancias muy grandes. Quizá miembros de una civilización tipo 3 de la escala de Kardashev, que domina la energía de una galaxia. ¿Estaría una civilización así interesada en comunicarse con nosotros? Probablemente no, ¿para qué? Nos verían como hormigas.  Quizá esa sería la explicación del porqué no se comunican con nosotros.  ¿Habrían resuelto ellos el problema de viajar grandes distancias? Probablemente.  Solo que hay un problema. Esta hipótesis parece muy buena, pero no tiene pruebas.  En nuestro entusiasmo por encontrar una explicación nos hemos metido al terreno de la ciencia ficción. Estamos al mismo nivel que las novelas de Isaac Assimov, de Arthur Clarke.  Interesantes y emocionantes, pero sin experimentos que las confirmen.  Quizá en el futuro podrá ser aceptado como ciencia, pero por hoy sólo podemos aceptarlo como ciencia ficción, como una fantasía.