Columnas

La lucha contra la corrupción sigue

¿Quién dijo que sería fácil? No es fácil derrotar todo un sistema de corrupción, las mafias que lo operan y los círculos viciosos que generan sus beneficios.

En Guatemala no hay duda alguna que la corrupción mata, empobrece, excluye, es injusta y criminal, y constituye un impedimento importante a cualquier plan sensato y justo de desarrollo. Sin embargo, quienes gozan de los réditos de lo corrupto y deshonesto han acumulado cuotas importantes de poder económico, político y violento, y han abrazado a la corrupción y otras ilegalidades como su estilo de vida, basados en el egoísmo extremo e inescrupuloso. Un estilo de vida privilegiado que están defendiendo con todo lo que tienen a su alcance, incluyendo la mentira y la desinformación, la intimidación, y si es necesario, la violencia y el crimen.

Así que enfrentar la lucha contra la corrupción no es un asunto socrático: no basta saber qué es lo bueno y justo. Es un pulso de poder, una guerra prolongada y desgastante, en la que hay avances y reveses, y cuyo balance general a veces parece incierto o desalentador. No es fácil, rápido ni barato.

De La Plaza ya sólo nos queda el recuerdo. Entidades como el MP, la Cicig, la PDH o la SAT continúan haciendo su trabajo y gozan de la confianza de quienes sienten compromiso con la lucha contra la corrupción. Sin embargo, es innegable que el apoyo del que gozan hoy, es mucho menor que el de hace dos años.

Grupos de empresarios, funcionarios del Ejecutivo, diputados, alcaldes, jueces se oponen, de forma cada vez más abierta y descarada, a la lucha contra la corrupción. Campañas de rechazo y desprestigio, incluido el ahora famoso cabildeo en contra del Embajador Robinson y los idiotas detrás de todo ese barullo.  Es que cuando ese esfuerzo toca los intereses propios, el egoísmo prevalece y muy fuerte. Porque pareciera que en Guatemala, «la lucha contra la corrupción está bien, toda vez no sea contra mi corrupción»…

Me parece que una de las armas principales de las mafias de la corrupción es el tiempo. Apuestan por el vencimiento formal de los períodos de los mandatos de la Fiscal Aldana, del Comisionado Velásquez, del Procurador De León, del Superintendente Solórzano o del Embajador Robinson. Saben que son enemigos cuyo poder depende del cargo e investidura, el cual como en todo sistema democrático, es y debe ser temporal. Por ello tanta tensión por el cambio de embajador estadounidense, la elección del nuevo PDH o de un nuevo Fiscal General y Jefe del MP.

El cambio de Robinson a Arreaga en la embajada estadounidense, la salida de De León de la PDH y de Aldana del MP son procedimientos rutinarios, y no como lo celebran ya los idiotas, el resultado de cabildeos. El cambio institucional de embajadores o la confirmación de Velásquez en la Cicig, fuera del alcance de las mafias guatemaltecas demuestran la necesidad de instancias internacionales de apoyo. Más cuando existe el riesgo grave de cooptación y captura de los procesos nacionales de relevo en la PDH, el MP y la SAT.

Preocupan la pasividad y aparente apatía de la ciudadanía, el papel de cómplice tolerante del Presidente Jimmy Morales y su Gobierno, y la propagación de aliados de la corrupción dentro del sector privado, los militares y la derecha conservadora. Alientan el compromiso de los funcionarios honestos, la posición de algunos diputados, la continuidad del apoyo internacional en contra de la corrupción.

Creo que hasta Sócrates diría, ¡seguimos en la lucha!