¡Cuidado! ¡Andan sueltas las lenguas!
Que difícil es caminar en un lodazal, como un suampo gigante, a veces, se hunde el cuerpo hasta la cintura y si se hace el intento de nadar, el espesor y consistencia de aquel manto de lodo y agua, impide que en posición horizontal pataleando y braseando, se pueda avanzar.
Parajes como ese, se funden con raíces que multiplicadas por miles, crecen y permiten la reproducción de los pequeños peces y crustáceos, pero impiden avanzar, caminando o nadando.
Son parte manglar, parte suampos y aunque no alcances a sentir el fondo se transforma en una trampa mortal en la que te hundís sin poder nadar, mucho menos andar.
Escuchando a aquel hombre de canal y mar en La Avellana, ese hermoso embarcadero para atravesar el canal de Chiquimulilla, llamado así, aunque sea jurisdicción del municipio de Taxisco en Santa Rosa, me trajo a la memoria un hecho histórico, por lo menos para mí y por otra parte, no pude dejar de hacer comparación entre la descripción de aquel playero tostado por el sol y la tortuosa situación de Guatemala, en la que al que quiera nadar lo ahogan, enlodan, o lo cercan con cientos de trampas, que como raíces entrecruzadas impiden cualquier movimiento.
Paralizados, pareciera que la única parte del cuerpo disponible para funcionar es la lengua, que como culebra regordeta y retráctil se mueve en todas direcciones dispuesta a escupir y verter veneno. Raras veces ese órgano, había tenido tal nivel de reconocimiento y utilidad, desafortunadamente la estelarización de su papel, ha sido para representar el rol de una villana de telenovela barata, donde el espectador no se explica cómo puede permitírsele hacer tanto daño durante todo el argumento y es hasta el final, desgarrador o feliz de la teleserie, que se hace justicia a la verdad, y ese ser despreciable, que ha hecho la vida imposible a quienes habitan en su entorno, paga por fin, todas las fechorías que realizó y provocó en la audiencia la más absoluta aversión y rechazo, ofreciéndoles por fin a quienes han sufrido todo ese tiempo como observadores, un gran alivio y satisfacción.
El argumento mide por capítulos el desarrollo de la historia y uno nunca sabe cuándo terminará… y se prolonga y prolonga la agonía de los personajes víctimas de aquel ser malvado y siendo evidente quién es responsable de todas las desgracias, unas veces, aparecen otros, incluso las víctimas, como los pícaros de la historia y la sindicación ronda, en contra del verdadero responsable, flotando en el ambiente, pero nunca llega a perjudicar ni señalar al verdadero culpable.
Lo grave para el espectador, es que todos saben quién es el malvado y provoca cólera que las maquinaciones y maniobras del nefasto o nefastos personajes –a veces son más de uno– pasan inadvertidos para quienes son víctimas de sus perversidades, parecieran habitar en un mundo distinto.
El general Carlos Manuel Arana Osorio, presidente de la República, permitía el retorno del doctor Juan José Arévalo Bermejo a Guatemala.
Arévalo, había sido Embajador de Guatemala en Chile durante el Gobierno anterior de Julio César Méndez Montenegro, quién denominó a su período: El Tercer Gobierno de la Revolución. Y siendo el expresidente, el representante del mandatario en el país anfitrión, Arévalo no podía retornar a su propio país.
Lo había intentado en 1962, y entró de manera clandestina, aterrizando la avioneta que lo condujo al parecer de México en una finca de la costa sur.
En aquella ocasión su esperado retorno lo hacía como precandidato presidencial de valientes partidos políticos que en torno al educador y filósofo por excelencia, se habían organizado para preparar la campaña presidencial del eterno exiliado.
Fue de tal magnitud la repercusión de su regreso, que el efecto de su candidatura, provocó la caída del general Idígoras Fuentes y el acenso al poder de su ministro de la Defensa, coronel Enrique Peralta Azurdia.
Los partidos de la época, ya con sus candidaturas presidenciales a todo vapor, frente a la amenazante figura de Arévalo no ofrecieron resistencia al Golpe de Estado, justificado en la corrupción de un gobierno que estaba por finalizar su período. Y para darle el soporte “democrático”, al nuevo escenario político, participaron en la Asamblea Nacional Constituyente que le dio vida a la Constitución Política de 1965 y fue el preámbulo al proceso electoral que ungió, a Julio César, después del régimen de facto de Peralta Azurdia y le dio paso a la enésima apertura democrática del eterno período de transición que siempre ha vivido Guatemala a lo largo de su peculiar historia.
Con esos antecedentes recurrentes, se les dio por llamar a estos países, y aún en algunos foros se insiste en el apelativo, países bananeros, es decir, circunscripciones territoriales con los elementos de un Estado: Población, Territorio, Soberanía, pero caracterizados ya por aquellas épocas, ahora con variantes propias de las nuevas formas de dominación, por su sumisión total a los intereses de gobiernos o de sus empresas qué hicieron de los territorios de la región Centroaméricana, plantaciones de bananos y de su política y legislación interna, un artículo más, de reglamento secundario, dependiente y sin mayor importancia de las reglas mayores de las empresas antes, ahora de los gobiernos, que en aquel entonces los habían convertido de pueblos en fincas, y de países, en simples haciendas bananeras.
Así, la sola presencia de Arévalo, provocó la caída de un gobierno con la complicidad de los partidos políticos, que además apoyaron el cambio, frente a la posibilidad de perder las elecciones donde el exiliado indudablemente ganaría.
Idígoras, se fue al final ya de su gobierno dijeron por corrupto, los partidos quedaron tranquilos, apoyaron y participaron en una Asamblea Nacional Constituyente y se hizo una nueva Constitución de la República.
Quizá esos antecedentes, de los cuales está plagada nuestra historia constitucional, a partir de la de Bayona (1808) y Cádiz (1812), hacen pensar que las constituciones son desechables.
La primera, Cádiz, ya reconocía con timidez la Soberanía Popular, como gran conquista, en comparación a las monarquías absolutas de la realeza española, dándole paso a la incipiente Monarquía Constitucional, esto con el objeto de hacer viable el reinado del usurpador al trono español don José Bonaparte, impuesto por su hermano, el emperador Napoleón, y la Segunda, Bayona, ya recuperado el trono por Fernando VII, sucesor de Carlos V, a quién había hecho abdicar Napoléon y a los dos: padre e hijo, los tuvo como rehenes.
Esta Constitución la de 1812, la de Cádiz, en la que ya participó el constituyente guatemalteco Antonio de Larrazábal y Arrivillaga es por lo que, estas constituciones, se consideran como antecedentes de los procesos constituyentes de Guatemala y la Región.
Para quienes creen que descubren el agua azucarada en cuanto a garantías. Estos dos cuerpos Constitucionales ya obligaban el respeto a los derechos fundamentales en cuanto al debido proceso, con otros nombres pero con los mismos fines.
Por ejemplo para el caso del exministro Pavel Centeno, su derecho ya estaba protegido desde esa primera constitución de Bayona, impulsada por José Bonaparte.
Artículo 127: inviolabilidad de la vivienda, la cual no se puede allanar sin una orden de autoridad pública y solamente de día (no me deja de sorprender una propuesta de mi amigo Roberto Alejos que propugnaba porque los allanamientos también fueran de noche o de madrugada) siendo una norma preservada como garantía de primer nivel, cuando todavía la defensa de los Derechos Humanos estaba muy lejos en la Declaración Universal de 1948, uno no puede más que espantarse que se violen a 209 años cuando ya los monarcas se veían obligados a respetarlas. ¡Así las cosas!
El artículo 131: prohibía negar a los parientes y amigos que vean al detenido. Así de terminante. Ya quisiera que uno de ustedes entrara a las mugrosas carceletas de la Corte Suprema de Justicia a auxiliar o siquiera ver a un detenido.
El artículo 132: prescribía: se establece como crimen de detención arbitraria a quienes lo hagan ilegalmente, o quienes detengan a las personas en un lugar distinto, al reconocido públicamente como prisión. Aló, preguntaría yo en un teléfono sin interlocutor al otro lado de la línea. Alooó… licenciado Enrique Lacs Palomo… Alooó Mariscal Zavala y Matamoros… hechos prisiones por acuerdos de funcionarios menores.
Y el artículo 133, que prohíbe la tortura y apremios contra los detenidos… Alooó hogares seguros para infantes… Alooó condiciones infrahumanas y hacinamientos precolombinos de detenidos y falta de diligencia en los procesos judiciales para dilucidar su situación jurídica y en algunos casos increíbles, la libertad de muchos que ya cumplieron sus respectivas penas… Alooó.
Y aplicable para algunos casos que les debieran dar vergüenza a los responsables, el artículo 128 establecía como requisitos para que el auto de prisión pueda ejecutarse: 1 Explicación del motivo de la detención y ley en virtud de que se manda 2) Que dimane de un empleado a quién la ley le haya dado formalmente esa facultad. Que se notifique a la persona que se va a aprehender y se le deje copia… Alooa abogados que aún en las audiencias de primera declaración reclaman las copias de la acusación. Alooó señores jeces, si este derecho se lo daban a los detenidos en el momento de hacer la detención…
Y ahora nadie sabe por qué lo detienen hasta que da su primera declaración. Cómo puede saber de qué se le acusa por lo menos para ubicar momento, tiempo y modo de lo que se tiene que defender. Alooó, alooó, alooooó… parece que se cortó la comunicación.
En la Constitución de 1812, la de Cádiz, ya el pueblo avanza en su posición como mandante. Ya no es el rey que le reconoce derechos al pueblo. Por el contrario es el pueblo el que reconoce los derechos del rey.
Esta Constitución en sus artículos 15, 16 y 17 ya perfila la división de los poderes (hoy organismos del Estado) al prescribir:
La potestad de hacer las leyes reside en las cortes del rey (legislativo)
La facultad de hacer ejecutar las leyes radica en el rey (Ejecutivo)
La potestad de aplicar las leyes, en las causas civiles reside en los tribunales establecidos por la ley (Judicial)
A 205 años de aquel antecedente de nuestra historia constitucional, parece que aquí las leyes las aprueba el legislativo pero las hacen otros.
El Ejecutivo tiene temor a ejercer el cargo por miedo a que le formalicen antejuicios.
Y… el Judicial voltea a ver a otro lado para que le dicten lo que tiene que resolver.
Pero para los señores diputados al Congreso de la República que se persignan la boca antes de abrirla para evitar que les formulen antejuicios. Les cuento que hace 205 años, la Constitución de Cádiz en su artículo 128 prescribía: “Los diputados serán inviolables por sus opiniones y en ningún tiempo ni caso, ni por ninguna autoridad podrán ser reconvenidas por ellas…” Malaya aquellos tiempos, Linares Beltranena.
Julio César por temor a caer del gobierno por la fama del expresidente Arévalo, lo hizo embajador, pero no le permitió retornar a Guatemala, ni siquiera al entierro de su mamá.
Arana, gobernante de un signo opuesto y respaldado por partidos supuestamente enemigos del expresidente, no solo le permitió el retorno, sino que lo hizo de una manera digna y ejemplar… que lamentablemente no dejó ejemplos. Puso, para hacerlo sentir seguro en su propia tierra, un pelotón de soldados y un oficial del Ejército de Guatemala, para que le custodiaran y cuidaran con el mayor esmero durante su estancia.
Yo tuve la suerte de acompañarlo en su primer viaje a Taxisco, y en su casa, que por cierto había sido saqueada a la caída de su sucesor, desde el segundo piso, me decía con singular preocupación ante la responsabilidad de alimentar todas aquellas bocas. “Le voy a tener que decir al presidente, que le agradezco estas deferencias pero que no tengo para darle de comer a tanta gente”.
Después de tanto tiempo, regresaba con honores dispuestos por un presidente, supuestamente respaldado por sus adversarios. Imaginé el viaje de Richard Nixón a la China Comunista de Mao Tze Tung. Pensé que se le permitió por ser repúblicano. Si lo hubiera intentado Kennedy, demócrata de los de aquellos tiempos, nunca se lo hubieran permitido. De ese nivel son las contradicciones de la política…. y en nuestro medio… peores.
Al día siguiente acompañado por mi Padrino de bautismo, Mariano Arévalo Bermejo, su hermano, fuimos a su amado Monte Rico y lo pudo disfrutar de nuevo. Aquellos ojos cansados de ver playas y mares ajenos, pudo inundarse del paisaje de nuestro majestuoso pacífico.
El viejo playero que me trajo todas estas reflexiones, fue animado por mi recuerdo al canal de Chiquimulilla, de aquel inolvidable viaje con Arévalo: El estero, sus islotes de manglares, la variedad de las aves que lo cruzan de un lugar a otro, gaviotas, las gallaretas, pijijes, alcatraces y multicolores garzas, suampos y raíces multiplicadas por miles que hacen imposible nadar o caminar, cerca de las orillas y en ese pensamiento me acerqué a meditar sobre el Reino de la Lenguas. Esas que dictan a los dedos la actividad frenética de pulsar en teclas que al contrario de los pianos, en lugar de dulces notas reproducen insultos, descalificaciones, degradaciones y le permiten dar rienda suelta a todos los complejos y críticas que esa libertad novedosa de lenguas y teclas les permiten hacer dioses e ídolos en cuestión de segundos y vaciar el espíritu de quienes con gran pena no quieren ser súbditos del Reino de la Lenguas.
Las hay sarrosas y viperinas y las que no se quieren contaminar, prefieren quedar prisioneras tras las filas de sus propios dientes que como barrera protectora las salvan de ese horrible exterior.
Las lenguas andan sueltas, buscando empleo de testigos protegidos o solamente portadoras de insultos y descalificaciones a módicos precios.
Las malas disfrazadas de buenas, y las buenas acusadas de malas.
Estas lenguas viperinas o sarrosas tienen el premio de tener espacios multiplicadores que les permiten oírse incluso a ellas mismas.
Las otras, como las víctimas de las telenovelas, sufren la agresión de las villanas y lo malo es que todavía no se escribe el episodio final donde quedan al descubierto las malvadas.
Gracias a Dios, existen las valientes… las que dicen… las que reclaman… las que defienden los derechos, principios y valores que parecieran perdidos y ahora envueltas por ese manto de impunidad, que en este momento está cubriendo las espaldas de las otras, de las poderosas, que como en toda las telenovelas, terminan siendo las malvadas de la historia.
Una persona muy querida, a quién estaban considerando por sus justas credenciales, méritos y reconocimientos para proponer su candidatura para optar a la Orden del Quetzal, cuando se lo comenté me dijo… «No por favor… no quiero que me insulten y desacrediten… No por favor».
Así vivimos en el Reino de las Lenguas.
*Fuente bibliográfica. Presidencialismo versus Constitución. Autor: Danilo Roca. Centro de Estudios Políticos CEDEP 1990