Columnas

Feria Internacional del Libro de Guatemala

La edición número 14 de FILGUA, ha tenido una explosión de comentarios, buenas intenciones y exhortaciones para asistir, y sobre todo para leer. Sin embargo, nadie ha mencionado la inauguración, el jueves 14 de julio. Pareciera que fue un acto meramente protocolario. Así fue, pero lleno de contenido y orientador para la figura central de Miguel Ángel Asturias, en su cincuenta aniversario del Premio Nobel de Literatura.

Raúl Figueroa Sartí, Presidente de FILGUA, dio inicio con un excelente discurso, políticamente correcto, pero exigiendo rendición de cuentas por los exabruptos y excesos del Estado actual, especialmente  el crimen de Estado por las niñas quemadas en la Casa-Hogar. El hijo de Miguel Ángel Asturias, Miguel Ángel Asturias Amado, alias el «Cuyito», con un parecido físico increíble a su padre y una voz de bajo para los cantantes de ópera, realizo una intervención ilustrativa sobre la vida de su padre, mas allá de sus obras escritas. La Premio Nobel de La Paz, Rigoberta Menchú, celebrando sus veinticinco años de recibir el Premio Nobel. Diserto con una oratoria sencilla, directa y contundente sobre la situación social de Guatemala. Seguida y desafortunadamente, el representante de la Cámara de la Industria, en una intervención fuera de lugar, con toda la ignorancia que caracteriza al sector privado del país, entre bromas e improvisación perversa, así como ideológica, exhorta a las personas de CODECA a dejar la calle y dedicarse a realizar propuestas para el desarrollo de Guatemala, convirtiéndose su alocución en una discurso vacio e inapropiado, ridículo y poco creíble. Nadie lo tomo en cuenta, lo escucharon como oír llover.

En seguida, vino el plato fuerte, Sergio Ramírez, quien daría la lección inaugural. Realmente un lujo de expositor, con un dominio perfecto del lenguaje español y desde luego de otras lenguas. Directo, al grano, sobre la vida de Miguel Ángel Asturias, su obra analizada, una por una, buscando conexiones y encontrando respuestas a interrogantes de lectores empedernidos. Este nicaragüense destacado mundialmente, encontró relaciones entre cada obra escrita del Premio Nobel de Literatura 1967, incluso con Rubén Darío. Ramírez destaco el influjo de Asturias duro veinte años, hasta la aparición de Cien años de Soledad. En este mundo, de Miguel Ángel Asturias, las palabras y los sonidos, tuvieron relación, pues retumbaron en  oídos  propios y ajenos. Asturias era un manantial de palabras, donde brotaban y brotaban inmensamente metáforas y palabras. Finalmente, el Director de la Alianza Francesa, expuso una excelente conexión de Asturias con Paris, Francia, y dijo «Adecuadamente» que Asturias sin Paris, no hubiese sido lo que fue. Antes de morir, dona todos sus manuscritos a la Biblioteca Nacional de Francia, donde se considera un tesoro de la humanidad.