Columnas

La carabina de Ambrosio

No. No me refiero al show mexicano de los años 70 y 80 culpable de más de algún dolor de panza por la risa que provocaban sus distintos sketches.  ¿Quién podrá olvidar personajes como Vulgarcito, El Simpatías, Kin Kin y otros?

Si los datos poblacionales son correctos, es probable que muchos de los que me leen no lo hayan visto y no sepan de lo que hablo.  Es probable, también que, si lo ven ahora algunos millenials de esos que son luchadores de causas en redes sociales, criticarían severamente el humor del programa que, sin ninguna intención de herir etnia o grupo social alguno, se mofaba por ejemplo del estereotipo de los indígenas mexicanos con el personaje Maclovio (“un indio ladino, pero muy listo”) que personificaba el inigualable actor Luis de Alba.  No quiero ni pensar qué dirían los jóvenes miembros de los agudos medios digitales que inundan Guatemala, no habría vestidura sin rasgar en sus oficinas y la plaza tendría la presencia constante de sus miembros con pancartas y/o veladoras.  El albur es algo que para muchos de estos muchachos pudiese ser un humor inapropiado u ofensivo.  Uso el término muchachos sin ninguna intención despectiva, aclaro.  No sé en qué momento la juventud se volvió tan sensible y falta de humor.

Los apodos son parte de la vida de todo niño o niña en la escuela, de compañeros de trabajo o amigos en general.  Algunos apodos son divertidos y hacen alusión a características físicas o a anécdotas. Otros, por supuesto, pueden ser ofensivos o despectivos; estoy consciente de ello.  Cuando amigos me dicen mi apodo, me divierte y me provoca devolverles el favor llamándolos por sus apodos en una especie de rivalidad, pero con compañerismo.  Otra cosa totalmente distinta son los insultos que tienen la intención de herir y ofender.  Incluso un apodo puede ser un insulto si es usado por alguien que no es parte del círculo de amigos.  Así, si alguien que no me conoce me dice alguno de mis apodos, lo hará como insulto y no como apodo.  Por supuesto que hay una diferencia.  Pero divago…

No, no me refiero a esa carabina de Ambrosio, sino al uso original por el cual fue nombrado el programa; expresión española que hace referencia al arma de Ambrosio que no tenía pólvora, expresión de esa cuenta usada para referirse a algo o a alguien inservible.

Con el ya tan trillado tema en redes y en medios del nombre de la tienda digital María Chula, me pareció que era un sketch del programa, pero sin la jocosidad del mismo.  El nombre -ya lo dijo la dueña- es porque su abuela y ella se llaman así, María, y lo de chula pues basta ir al DLE y ver qué significa.  Acá, Codisra le dio un sentido que nunca tuvo y lo calificó de discriminación, delito tipificado en el Código Penal en el artículo 202 bis.  Si les interesa, léanlo y verán que de ninguna forma posible se encuadra el uso del nombre de la tienda en el tipo penal.  Con ese nombre no se le impide o dificulta el ejercicio de ningún derecho a las mujeres de las etnias guatemaltecas.  Y ojo, la ley penal castiga conductas, no intenciones. Si les resultaba ofensivo el nombre, el camino era el acercamiento con el establecimiento para hacérselo saber y buscar un entendimiento.  Pero no, acá todo se tiene que judicializar.  Para todo esto, hay casos reales de discriminación que merecen persecución penal y que por esta carabina de Ambrosio serán desatendidos o, en el futuro, serán tratados sin la seriedad que merecen culpa del sketch que se echaron con este caso.  ¡Dónde está Luis de Alba cuando uno lo necesita!