Columnas

El debate entre lo tradicional e indefendible y una nueva visión de país

En el curso de las últimas dos semanas,  la región se ha debatido  entre las fórmulas tradicionales  y las fórmulas nuevas de hacer política.  El caso de  “la Asamblea Nacional Constituyente” de  Venezuela,  el de las nuevas  acusaciones de Oderbrecht,  para Ecuador,   Perú y otros países del área son representativas claras de las fórmulas tradicionales.   Sin embargo,   hay  en la juventud de nuestros países un claro deseo de hacer las cosas diferentes que representan una bocanada de aire fresco que nos dice que nuestra América Latina  tiene futuro.

El Caso de Venezuela es uno que llora sangre.   El uso mañoso en un sistema electoral  con dados cargados  a favor de representaciones que favorecen al gobierno,   la clara interferencia que permitía esbozar desde un principio la inexistencia de reglas cabales para elecciones limpias que solo el gobierno de dicho país se cree,  es un descrédito a cualquier pantalla de democracia que pudiera todavía  vislumbrarse.   La clara interferencia de un poder constituyente, en los poderes constituidos,  con una función redactora de la Constitución,  en  constituirse en soberano absoluto  del Estado Venezolano siguiendo y marchando a instrucciones del dictador es una secuela de los actos de los poderes absolutos comunistas  como el Congreso de las Nacionalidades de la extinguida Unión Soviética o las legislaturas socialistas,  que únicamente fungían como zombis de la voluntad del dictador de turno del partido.   No cabe duda que las pantomimas democráticas  siguen su curso y las farsas y dramas teatreros latinoamericanos siguen de moda.   Doscientos diez años de experiencia no pasan de balde.   Como fue a parar un país con una democracia estable,  con un mal aprendiz de Pérez Jiménez en el poder.

El caso de Odebrecht y sus últimas untadas  de dinero a manos llenas en casi todos los gobiernos de la región  nos hace  recordar el otro gran mal de nuestro continente,  la Cleptocracia.   El Robo  a manos llenas  con favores mutuos ha sido la norma en toda la región en el caso de Oderbrecht,  la multiregional brasileña que creo tentáculos de podredumbre en toda la región,  desde México,   pasando por Guatemala,  El Salvador,   Panamá,  Colombia,  Venezuela,  Perú,  Ecuador,  Brasil, Argentina,    y no podemos entender por qué,  no obstante tener millonarios  negocios en Estados Unidos,  se dio el “milagro”  que en Estados Unidos no se dieran los arreglos y corruptelas que  han desquiciado presupuestos de todos los países latinoamericanos.   En Guatemala,  Oderbrecht nos tiene  arrodillados ante la  suspensión de los trabajos de la CA2,  y la inacción cómplice del Ministerio Público,  el Ministerio de comunicaciones y la Contraloría de Cuentas.   Esta es la forma tradicional de hacer política y de corromper América Latina.   Cuando estamos ante estos gigantescos eventos,  surge una desazón,  una desesperanza que no hemos aprendido nada.

Sin embargo,  ve uno a la nueva generación,  una generación de mujeres y hombres que actúan sin temor a decir lo que piensan,  que protestan la podredumbre,  la política tradicional y que desean  construir un país mejor.  Una generación  que con ideas diferentes,  pero  oyéndose los unos a los otros pueden quizás construir un mejor país.   Leemos columnas de opinión bien centradas buscando nuevos derroteros,  y cuando vemos esto,  tenemos la esperanza que podemos ser mejores dando su lugar a estos guatemaltecos jóvenes,  respetando sus ideas y su visión de Guatemala como un mejor país.

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