Columnas

Necesitamos una nueva generación de políticos

En el transitar a la democracia hemos vivido varias crisis políticas, podríamos decir que cada gobierno ha experimentado en su periplo de cuatro años una o varias crisis. Recordamos con satisfacción la reacción de la población ante el autogolpe de Estado que llevo a cabo Jorge Serrano Elías, con  desánimo el jueves negro y el viernes de luto en el gobierno de Alfonso Portillo, el asesinato de los diputados salvadoreños y la operación “pavo real” en el gobierno de Oscar Berger, el caso Rosemberg en el gobierno de Álvaro Colom, los casos de corrupción de la pareja presidencial Pérez-Baldetti y en el gobierno de Jimmy Morales el caso de corrupción “Botín del registro de la propiedad” y la decisión de nombrar no grato al comisionado de la CICIG.

En cada una de estas crisis ha Intervenido con cierta cautela la clase política, también hemos observado que ha venido a menos esa intervención hasta llegar a la presente crisis en la que no se han pronunciado públicamente.

Los partidos políticos son el enlace entre gobernados y gobernantes, son las instituciones de derecho público que deben ofrecer soluciones políticas a los conflictos políticos. Por ello nos preguntamos ¿Dónde están los políticos?

En la coyuntura nacional la crisis que desencadeno el presidente Jimmy Morales al expulsar del país a Iván Velásquez, ha tenido como actores a las ong´s pro derechos humanos, al sector privado organizado, a personas individuales, a la universidad de San Carlos, a los cooperativistas, a los medios de comunicación, a las redes sociales pero con mayor impacto la Corte de Constitucionalidad.

Estamos en una coyuntura sui generis, Guatemala entro en una vorágine política en el dos mil quince y no se ve por el momento la luz al final del túnel. Existen más de veinte partidos políticos autorizados y otras veinte organizaciones que están trabajando en el proceso para ser reconocidas legalmente como partidos políticos, pero no se hacen visibles, no están proponiendo opciones de solución a la crisis. Los guatemaltecos hemos sido presa fácil de las actitudes maniqueas de grupos de interés que lo que pretenden es mantener divida a la sociedad, haciendo posible el  axioma “divide y vencerás” y la vieja clase política es su cómplice.

Ante todo lo sucedido en los tres últimos años, podemos concluir que la ausencia de la clase política en la presente crisis se debe al desgaste que ha sufrido, efecto de la investigación de la CICIG y el MP, por la cual ha quedado evidenciada la forma perversa en la que han administrado al Estado, utilizándolo para enriquecerse ilícitamente en alianza con el crimen organizado.

Nos preguntamos entonces: ¿qué podemos hacer para que las personas honradas participen en política? Debido a que la política se percibe como una actividad indecente, donde la ética se encuentra en la periferia, donde las buenas costumbres son la excepción a la regla.

Necesitamos un cambio de dirección, que participen en política hombres y mujeres probos, comprometidos con el país, que antepongan el interés general sobre el particular. Hombres y mujeres que trabajen por un proyecto de nación, en el cual se pondere la satisfacción de las necesidades básicas de la población. Los guatemaltecos precisan trabajo, salud y educación, por eso necesitamos una nueva generación de políticos, lideres con capacidad y talento, conocedores del problema y la solución, con equipos de trabajo con personas expertas, creíbles y honestas y un programa acorde a la realidad nacional.

¡No más de lo mismo! ¡No más políticos de pacotilla!

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