Guatemala: un paso hacia atrás
El punto ideal de la democracia guatemalteca se ubica en la primavera revolucionaria de 1944-1954. Este es nuestro referente histórico, moral y político.
Significa que aún está pendiente alcanzar un ideal de sociedad justa y tolerante con un Estado al servicio de las grandes mayorías y respeto a la ciudadanía. Norberto Bobbio afirmó que “la democracia puede ser concebida como un régimen sociopolítico que hace posible, bajo diferentes modalidades, la interacción regulada de poderes ascendentes y descendentes”. Obviamente la realidad que vivimos resulta ser todo lo contrario. Percibimos escepticismo y desmotivación por la “cosa pública” que conduce al desgano y frivolidad. El origen de este malestar, es el rechazo suscitado a todas las formas de gobernar en Guatemala.
La igualdad y libertad en el país, apreciados estos conceptos desde una sociedad de “carne y hueso”, estas palabras pierden sentido, porque somos profundamente desiguales y egoístas en torno a las dimensiones centrales de la vida como es la comida, vivienda, educación, salud, bienestar en general, que marcan serias diferencias entre la población. De ahí, que la existencia de un Estado de Derecho sea clave para que podamos alcanzar un nivel de dignidad y convivencia humana, porque más tarde que temprano, el Estado colapsará y seremos víctimas de una explosión de la violencia y anarquía social.
Ciertamente la globalización y el mercado mundial deterioran los estados nacionales, pero, si a esto sumamos la entrega de los gobernantes a intereses de los grandes monopolios y la desfachatez de gobernarse ellos para sí mismos, como lo hizo el Congreso de la República con la aprobación de las modificaciones al Código Penal, lo que sigue es el decaimiento de la democracia. Deberían de tomar en cuenta palabras sabias del filósofo Spinoza al decir que “…el gobierno que estimula la autoafirmación de las individualidades y el florecimiento de la colectividad, es el que llega al máximo de su poderío; pues todas sus capacidades y recursos los extrae de ese sustrato. La moderación y no el alarde de fuerza es el secreto del gobierno sólido”.
El Congreso de la República con sus decisiones, no se dio cuenta que deben partir del “principio de realidad” y consentimiento de la población que los eligió. No deben abultar el globo de la indiferencia porque la ciudadanía los dejará solos políticamente y desprestigiados moralmente. Perdieron legitimidad porque el rumbo de su mandato se les esfumó.
Entendemos que otros poderes como CICIG, MP y Embajada USA, visualizan el concepto de justicia desde su perspectiva, y asumen una permanente preocupación por erradicar la corrupción de la administración pública. En este sentido, me parece que al aparato del Estado guatemalteco, le hace falta moderación, tolerancia, creatividad y cierta dosis de sabiduría para encontrar algunas coincidencias con estas instancias, así como con la sociedad civil, religiosa, medios de comunicación y sector empresarial, porque los gobernantes se deben a quienes los eligieron y deben responder atendiendo los intereses de la colectividad con capacidad de dirección.
Si continúan con este estilo insensato de hacer política tal y como muestran hoy los diputados que se hicieron un harakiri político al picar el hormiguero, la salida para una vida democrática, se escasea mucho más. Un Estado debilitado como el nuestro, requiere de una toma de conciencia ciudadana y de mentes lúcidas para recuperar los grandes ideales de una sociedad justa y tolerante.