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La fiera ha rugido: La verdadera, la única 

Reflexiones de un 15 de septiembre del 2017

Sangre y Arena, novela de Vicente Blasco Ibáñez (1908) narra el mundo de la fiesta brava. Cualquiera pensaría que en la novela, la fiera, se refiere al toro, al animal desgarrado por el dolor de las heridas causadas a lo largo de la intensa faena…pero no. Termina la historia con la muerte del torero por una cornada, mientras que la plaza, inflamada y ardiente,  reclamaba –sin pena ni remordimiento-  que siguiera el espectáculo.  Al espada no le quedó sino cerrar los ojos y apretar los puños, resignado.  “Rugía la fiera: la verdadera, la única”, termina.

Entiéndase bien lo que dice nuestra Constitución: El poder proviene del Pueblo, su ejercicio está sujeto a las limitaciones que la misma instituye. Los funcionarios son depositarios de la autoridad, responsables legalmente por su conducta oficial, sujetos a la ley y jamás superiores a ella.  Los funcionarios o empleados públicos están al servicio del Estado y no de partido político alguno.

En un régimen político democrático, es el Pueblo quien tiene el Derecho de instituir y distribuir el poder, es decir, nombrar o destituir.  Ese y otros Derechos los debe ejercer observando los límites que la misma instituye, pues su poder no es incontrolado, como sucedería con la violencia de una bestia suelta.

El preámbulo constitucional expresa el deseo de que “gobernados y gobernantes procedan con absoluto apego al Derecho”.  La “fiera” tiene derecho a pedir, manifestarse sin armas y recurrir a los mecanismos para revocar el poder a aquellos que lo ostentan con perversión, pero  la “fiera” también es volátil y cambiante: un día los lleva en andas, y otro, pide sus cabezas.  Guatemala carece de un mecanismo revocatorio para los malos funcionarios electos, excepto La Plaza.

Para no terminar tendidos como el torero, con la “fiera” rugiendo y pidiendo sus cabezas, el señor Jimmy Morales y los diputados infames han de poner sus barbas en remojo y sujetarse a la Ley.  Bien harían en recordar cómo terminaron aquellos que ningunearon este poder hace dos años: hoy tienen enfrente, otra vez, a un pueblo harto… ¡Han despertado a la fiera!

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