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Para una madre no es fácil ser mujer

Madres omnipresentes, madres con todas las letras, madres olvidadas de que en ellas también habita una mujer.

Una mujer que, ante la nueva posición que la convoca, se dedica de tal manera, que aquel reciente antiguo rol, queda guardado entre ropas, tacos altos y maquillajes.

Muchas, respaldadas en nuevas tendencias como la llamada “Crianza con apego” – attachment parenting –  consideran que esta dedicación absoluta es beneficiosa para el desarrollo de su hijo, ya que, un excesivo contacto, la cercanía y la atención continua, fundamentalmente en los primeros años, fortalecerán el lazo con el niño, entre otras tantas virtudes. Nos dan ocho consignas a seguir para ejercerla correctamente, “las ocho B” – porque los encabezados de éstas en inglés comienzan con la letra “B”-.  Entre éstas, algunas de ellas son: “llevar al bebe encima”- Babywearing – todo el tiempo que la madre pueda, “dormir cerca del bebe” – Beding close to baby – , para evitar la angustia de separación y facilitar el amamantamiento a libre demanda, y llegando al final de estas ocho recomendaciones, ¡se acuerdan del padre! Y lo incluyen, diciendo que algunos de estos cuidados los pueden ejercer ambos padres, – Both – .

Fácil es advertir que, de esta manera, la madre queda conminada a ser sólo una madre, anulando toda posibilidad de que allí coexista una mujer.

Desde hace muchos años, en el imaginario social existe una conceptualización cuestionable acerca de lo qué es ser una “buena madre”. Se sobrevalúa la cantidad de tiempo y se lo asocia con “buena dedicación”, desestimando las opiniones y reclamos, muchas veces criteriosos, de su pareja.

Cada vez con mayor frecuencia encontramos madres que llevan su bebe a “upa” todo el tiempo que resisten simbiotizados a su cuerpo, que duermen con él, poco importa si su pareja consiente o no, que amamantan a libre demanda, que dejan de dedicarse a actividades laborales para estar más tiempo con el niño, o que por el contrario, continúan trabajando pero la culpa de no cumplir con este ideal social, las lleva a crear un vínculo de consentimiento que luego se les vuelve inmanejable, madres que, a la larga o la corta, se agobian y se sienten sobrepasadas por la demanda, madres que se comienzan a angustiar y a no disfrutar de su maternidad… Aquí comienza el problema.

Por el contrario, que la madre sea deseadora implicará no dejar a un lado a la mujer, habilitando de este modo al niño a poder ser un sujeto más allá de ella y a no quedar encriptado en un lugar de objeto que, patológicamente, la completa. El niño no deberá ser todo para el sujeto materno.

Decir que la madre sea además una mujer, implica que pueda tener un deseo que la convoque, que trascienda al niño, más allá del niño – sea este un trabajo, un interés particular, relaciones sociales, un hobbie –  pero siempre en el punto justo, a fin de no caer en el extremo donde, es tan mujer, que el niño queda sin un lugar para ser alojado en ella.

El cuidado y el trabajo en el caso que sea necesario en un tratamiento psicoanalítico de estas cuestiones, hará que la llegada de un hijo, sea un momento a disfrutar por ambos padres, preservándose además la integridad de la pareja, ya que es necesario que puedan coexistir en cada partener de la pareja parental, la madre – mujer, pero también el padre, en tanto hombre, un hombre que la convoque como objeto causa de su deseo.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Paula Martino

Psicóloga argentina, magister en psicoanálisis.