Del caos a la democracia
Guatemala es un polvorín. La dirigencia tradicional del país, envuelta en una confrontación eterna y sin sentido ha colapsado. Los desaciertos del poder ejecutivo al tratar de saltarse el equilibrio de poderes, expulsando al principal dirigente de un organismo internacional anticorrupción. Fue seguido de una protesta masiva que generó tensión. Guatemala mostró fortaleza, tanto el ministerio público, la fiscalía del Estado y la sociedad civil mostraron madurez para detener el proyecto dictatorial y devolvieron la calma a nación.
Una democracia puede existir, en primer lugar, sí todas las instituciones responden a los intereses del pueblo soberano. Los intereses de la república solamente pueden ser reales si corresponden a una acción estatal que lleve educación, salud, trabajo y tranquilidad al conjunto de la población. Guatemala vive en la oscuridad de una confrontación entre dos paradigmas obsoletos. No es posible vivir bajo un régimen de terratenientes y grandes empresarios, que bajo la fuerza del mando de la fuerza obstruyan la distribución de la tierra para construir un régimen capitalista democrático y competitivo. Tampoco se puede vivir de una ilusión fallida, de una izquierda empeñada en un sistema que fracasó.
Hay que enterrar esos modelos antiguos y construir una nueva forma de ver el mundo. Se tiene que construir una sociedad en que pueda generarse prosperidad por medio de la promoción de pequeños y medianos empresarios a todo nivel, especialmente en los grupos indígenas. Hay que fortalecer el crecimiento económico apoyado en la justicia social.
Guatemala está en ebullición. El antiguo sistema de fuerza y concentración de la riqueza en pocas manos está colapsado, ya se agotó. Ha nacido en Guatemala una nueva generación que necesita cambios y valores democráticos. Dos gotas derramaron el vaso, primero, que las fuerzas oscuras que atenazan Guatemala, la izquierda obsoleta que condujo una guerra de sacrificio de intelectuales jóvenes y progresistas está contaminada, en unión con la derecha basada en privilegios y violencia, se unieron una vez más para aprobar un paquetazo de leyes para garantizar la corrupción y la impunidad.
De allí nace la esperanza. Jimmy, pasará a la historia. Destapó la caja de pandora. Por primera vez se ha pronunciado claramente grupos de la sociedad civil organizada, grupos de empresarios progresistas, la prensa escrita y diferentes instancias del Estado. Todos claman por un cambio. Guatemala tiene que enterrar las dos visiones terroríficas de izquierda y derecha. La confrontación estéril de comunismo y anticomunismo generan atraso y confrontación sin sentido. Es el momento de construir una nueva nación. Tienen que construirse nuevos partidos. Que mantengan en alto las banderas de una visión moderna de liberalismo democrático. Los sistemas que funcionan y generan unidad nacional, pluralismo político, equidad social y progreso productivo, en el consenso y la paz.
No será fácil que todos los que quieren una Guatemala próspera y tranquila encuentren soluciones. ¿Qué se tiene qué hacer para influir en una nueva cultura nacional?
Hay que identificar aquellos valores y actitudes que obstruyen la construcción de una sociedad próspera y equitativa, para eliminarlos. Las fuerzas sociales, de ciudadanos, empresarios, trabajadores, intelectuales y funcionarios que verdaderamente quieren un cambio de modelo en paz y estabilidad.